Lo que esconden las sábanas de los hoteles
Gracias al departamento de producción de Doble Sentido Producciones, proyecto artístico puesto en marcha en 2007, he tenido la oportunidad de disfrutar de la obra “Noches de hotel”. Ya me habían hablado de la buena acogida que estaba recibiendo esta producción escrita y dirigida por el argentino Mariano Rochman y que ha prorrogado en la sala 4 de Teatros Luchana durante este mes de febrero. Y no me extraña porque es una pieza para dejarse sacudir emocionalmente mientras reflexionas desde la butaca sobre las distintas maneras que tenemos los seres humanos de relacionarnos. Aunque lo mejor de todo es que los asistentes hacemos nuestro propio ejercicio de actividad creativa para encajar la historia de cada personaje tras la sucesión de posibilidades que se proponen.
En la calle Luchana, 38 todos los domingos a las 19:30 horas se representa “Noches de hotel”, un montaje intimista que cuenta con un texto muy sugerente, pero sobre todo con un equipo artístico que es digno de aplauso y un elenco, formado por Xoel Fernández, Sauce Ena, José Bustos y Elena Rey, sobre el que recae todo el peso de la propuesta que afina en las expresiones corporales y faciales. Es más, me ha gustado sobre todo cuando los intérpretes rompen la cuarta pared e intentan conectar emocionalmente con los asistentes.
Lo primero que ha llamado poderosamente mi atención de esta obra ha sido la sencilla puesta en escena diseñada por Juan Sebastián Domínguez. Un atrezzo justo y necesario, pero capaz de envolver a los espectadores en la atmósfera de la habitación de un hotel impersonal, de un espacio desconocido a priori pero que, sin embargo, nos hace sentir que ha sido ocupado en cientos de ocasiones. Porque nos encontramos como voyeurs ante esa tierra de nadie que es testigo de las distintas emociones humanas, de sueños y pulsiones infinitas.
De esta comedia dramática también quiero destacar la iluminación, a cargo de Raquel Rodríguez, que juega un papel esencial a la hora de dar énfasis a cada trama y personaje. Y es que la obra se estructura en cuatro noches de hotel, desordenadas en el tiempo, en las cuales se presentan a los cuatro protagonistas intentando encauzar sus vidas mientras que los espectadores eligen si son o no correlativas. Esto permite que el elegante montaje mantenga la tensión y la gracia durante sus 75 minutos de duración en los que se aborda sobre las tablas la dificultad de las relaciones interpersonales.
Como ya se aprecia en el arranque de la representación, con Victoria revelando a su pareja Álex (quien tiene hecha la vasectomía) que van a ser padres y éste poniendo en tela de juicio una posible infidelidad, en esta obra nada es lo que parece y lo más tentador es que tampoco nadie es completamente inocente ni culpable. Y es que esta historia de encuentros que acaban en desencuentros, nos habla de situaciones que todos hemos podido experimentar alguna vez en la vida. ¿O es que acaso no habéis sentido alguna vez el fracaso en la frente durante esa búsqueda constante de un ideal que acaba dejándoos insatisfechos?
“Noches de hotel”, dedicada a la memoria de Alejandro Hodara, es una obra a cuatro bandas que con sus microhistorias nos permite reflexionar sobre temas vinculados a la condición humana como la soledad, el miedo, el engaño o los traumas no resueltos. Es una función que además nos recuerda que todo aquello que se oculta acaba convertido en una verdad incómoda y que lo mejor que podemos hacer en la vida es expresar siempre nuestros verdaderos sentimientos. En líneas generales aborda por tanto lo que supone la falta de comunicación a cualquier nivel y os pongo como ejemplo cuando uno de los protagonistas le dice a su amante que, a diferencia de su mujer, ella (que prácticamente ha perdido la esperanza) le da pasión. Mientras tanto la joven seguía con sus dudas existenciales en el papel de la “otra”.
En definitiva, es una obra resultona para los que odian (o quizás no tanto) las habitaciones de hotel y para los que, como el escritor José Luis Borges, consideran que “cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja algo de sí y se lleva algo de nosotros. Pero no habrá de los que no nos dejarán nada. Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad”.
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