¿Vencedores o vencidos?
En este 5 de septiembre, se cumplen 42 años de la masacre de los Juegos Olímpicos de Munich 1972. Un grupo armado denominado Septiembre Negro irrumpió en la Villa Olímpica, secuestró y asesinó a varios atletas y un entrenador pertenecientes al equipo israelí. Tras ello, el Gobierno del país afligido, dirigido en aquel momento por Golda Meir, tomó represalias enviando a varios agentes del servicio secreto de Israel, Mossad, a atacar objetivos palestinos concretos, supuestamente responsables de la tragedia. En 2005, el director Steven Spielberg plasmó en su película “Munich” estos sucesos. Actualmente, el conflicto palestino-israelí sigue muy latente, los sanguinarios enfrentamientos no han cesado y los intentos de paz han fracasado. Sin embargo, las verdaderas víctimas no firman ni negocian estos acuerdos, simplemente desean vivir sin el aliento de la muerte soplándoles en la nuca.
El ambiente durante aquellos Juegos Olímpicos de Munich 1972 era distendido, tranquilo, atrás habían quedado las cenizas del régimen nazi y la Alemania Federal pretendía demostrar al mundo que había sabido resurgir del horror y la destrucción de la guerra finalizada en 1945, sin tener en cuenta la vergüenza que suponía el Muro de Berlín. El lema de aquella competición resonaba, “Prohibido prohibir”. Nada parecía anticipar lo que ocurriría en esos días.
Ocho miembros del grupo armado Septiembre Negro, como posteriormente se identificarían, saltaron la valla de la Villa Olímpica sin levantar sospechas, no eran pocos los deportistas que volvían de madrugada a sus alojamientos después de una noche animada. De hecho, miembros del equipo de Estados Unidos ayudaron a los asaltantes a cruzar al lugar de residencia, no sospechaban sus verdaderas intenciones, ya que iban ataviados con ropa deportiva y portaban bolsas de estas mismas características, en las que llevaban escondidas las armas. Varias trabajadoras del recinto también presenciaron la escena, llegando a la misma conclusión que los deportistas norteamericanos.
Eran más de las cuatro de la madrugada y uno de los luchadores del conjunto israelí aún no había llegado a la residencia deportiva, por lo que su entrenador, Mosge Weimberg, le esperaba para recriminarle su actitud trasnochadora cuando escuchó ruidos en el hall. Suponiendo que se trataba de dicho deportista, abrió la puerta y se encontró con los ocho asaltantes, llevaban la cabeza tapada con una media, por lo que el preparador deportivo, en medio de la confusión, consiguió dar la voz de alarma. Once personas pertenecientes al equipo olímpico de Israel se alojaban en ese emplazamiento.
Los deportistas no tuvieron ocasión de oponer resistencia, el ataque les sorprendió en pleno sueño y los asaltantes dominaron la situación en pocos minutos. Weimberg, junto con un levantador de pesas, Romano, murieron como consecuencia del forcejeo. Varias horas más tarde, aquellos hombres armados declararon que objetivo era exigir la liberación de doscientos presos palentinos cautivos en Israel a partir de las doce de ese día o ejecutarían a un rehén cada dos horas.
Un reducido número de los agentes que se encontraban cubriendo los Juegos Olímpicos conocía a Septiembre Negro, la mayoría no sabía qué buscaban, ni cuáles eran sus ideales. El origen de este conjunto armado reside en la cruenta lucha que tuvo lugar en 1970 durante ese mes. En los dos años anteriores, tras la pérdida de Cisjordania y Gaza, varios grupos pertenecientes a la resistencia palestina, como Al Fatah o el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), comenzaron una lucha que radicaba en el secuestro de aviones, en total ocho desde julio de 1968 a septiembre de 1970. Ese mes uno de los aviones secuestrados aterrizó en el Aeropuerto de la Revolución, en Jordania, ante la sorpresa de un desgastado Estado capitaneado por el rey Husein que puso al frente de su Gobierno a Mashur Hadissa, partidario de la negociación con los palestinos. Así, a pesar de que destruyeron los aviones, logró que liberaran a los secuestrados. Sin embargo, el rey de Jordania cambio de estrategia y respondió de forma violenta. La OLP (Organización para la Liberación de Palestina), tras haberla expulsado, volvió a unir fuerzas con el FPLP. Durante diez días la batalla fue cruenta dejando un saldo de 3.440 muertos y 10.800 heridos, los campos de refugiados destruidos por los tanques, aldeas palestinas arrasadas por el napalm y los barrios más famosos devastados. Por ello, los palestinos denominarían Septiembre Negro a aquel mes bañado en sangre. A pesar de esto, durante ese invierno las luchas continuaron ante la respuesta implacable de Husein contra toda resistencia.
Durante esas Olimpiadas de Munich, el mundo recordó qué había sido aquel Septiembre Negro. Esta organización rompió la llamada “Paz Olímpica”, una paz utópica e irreal en la práctica que Estados Unidos incumplía en esos días sin remordimientos bombardeando Vietnam. Ante la crisis producida por el secuestro de los deportistas, el dirigente de la Alemania Federal, Willy Brandt, llamó a la entonces primera ministra de Israel, Golda Meir, que determinó no ceder ante el chantaje. Gracias a la intervención del embajador de Túnez en Bonn, el plazo que había dado el conjunto armado se amplió hasta la tres de la tarde y en varias negociaciones llegaron a las nueve de la noche. Un grupo de especialistas israelíes aconsejaron a la policía alemana, les sugirieron ganar tiempo y sacar a los asaltantes de la Villa Olímpica. Al caer el sol, la policía informó a los secuestradores que la liberación que pedían no iba a llevarse a cabo, ante la negativa de Israel. Sin embargo, sí que les podían aceptar el resto de sus peticiones: autobuses, helicópteros y un avión preparado en el aeropuerto de Furstenfeldbruck para su huida del país germano. Además, Túnez garantizaba la operación y Egipto les ofrecía asilo. Los captores cedieron y solo se cuestionaron por qué se iba a utilizar un aeropuerto militar en lugar del civil de Munich, la respuesta les resultó satisfactoria, para evitar un colapso.
Los nueve deportistas israelíes salieron del edificio atados de pies y manos hacia el autobús, junto con sus secuestradores que se escudaron en ellos con las armas preparadas. Posteriormente, captores y rehenes se dividieron en dos para tomar el helicóptero que les transportaba al aeropuerto. Dos miembros de Septiembre Negro bajaron del helicóptero para comprobar que todo lo referente al avión era correcto. Sin embargo, cuando iban a regresar con el resto del grupo varios policías les sorprendieron y dispararon contra ellos y otros dos secuestradores que vigilaban, dos murieron y otro resultó herido. La respuesta del grupo armado no se hizo esperar y dispararon contra la torre de control acabando con la vida de un policía. Se vivieron momentos muy confusos, el aeropuerto había quedado a oscuras y los agentes llegaron a disparar contra los deportistas.
El Gobierno de la Alemania Federal declaró a media noche que los secuestradores habían sido derrotados y los rehenes estaban a salvo. Sin embargo, la realidad era muy distinta, uno de los helicópteros ardió a causa de una bomba lanzada por los captores con cinco de los deportistas en su interior. En el otro helicóptero, cuatro atletas y dos miembros de Septiembre Negro habían sido acribillados por la policía, tres asaltantes más yacían en la pista, mientras los tres restantes seguían combatiendo contra los agentes. Dos de ellos se rindieron y uno consiguió escapar, aunque se entregó pocas horas después. El total de muertes ascendió a diecisiete, un balance que el jefe de la policía alemán de la época explicó diciendo que “no había otro modo de evitar que los terroristas escaparan”.
Tres días después del asalto, los Juegos Olímpicos se reanudaron, aunque la respuesta israelí no se hizo esperar y arrasó dos campamentos palestinos en Siria y el Líbano. ¿Quiénes son más víctimas los israelíes asesinados en Munich o la población palestina masacrada? Personas inocentes al fin y al cabo solo diferenciadas por su nacionalidad y por la imagen que se percibe o se aparenta percibir de cada uno de los actos, ambos terribles, desde la Comunidad Internacional.
A parte de los bombardeos, Golda Meir lanzó un comando del Mossad para acabar con los responsables palestinos de la muerte de sus deportistas. Este hecho lo plasmó en 2005, con más o menos acierto y veracidad, el cineasta Steven Spielberg en su película “Munich”, donde se sitúa al espectador en varios bretes morales acerca de estas acciones y se cuestiona la verdadera culpabilidad en el suceso de algunos de los supuestos responsables que asesina el Mossad. En Estados Unidos, la comunidad judía, no hay que olvidar que Spielberg pertenece a esta religión, criticó duramente esta producción, que fue nominada a cinco premios Oscar, entre ellos Mejor Película.
Actualmente, la lucha entre Israel y Palestina sigue activa, diversos intentos por solucionar la situación han fracasado y el baño de sangre no parece tener fin. A diario se pueden observar cruentas imágenes en las que la población civil es masacrada sin piedad, ¿realmente estos actos son justificables? Se habla de muertes como si de meras cifras sin sentido se tratara, en general, la conciencia se deshumaniza con la costumbre y ahí reside un grave problema. La Comunidad Internacional condena determinados actos, mientras que justifica otros igualmente atroces, en este sentido, las alianzas y los “amiguismos” entre gobiernos no deberían tener cabida cuando se trata de vidas humanas, independientemente de las creencias que sigan o del país al que pertenezcan.
Periodista especializada en comunicación, cultura y gastronomía.