Un mito muy vivo
“Little bastard” era el nombre del coche que conducía el actor James Dean en el momento en el que murió al colisionar con otro vehículo, tal día como hoy, un 30 de septiembre de 1955. Hace sesenta años la muerte se llevó a Dean en uno de los momentos más exitosos de su trayectoria, acababa de finalizar una película y su rostro era uno de los más conocidos de Hollywood. Sin embargo, su vida había estado llena de subidas y bajadas, una tormentosa existencia protagonizada por el fallecimiento de su madre, la ausencia de su padre y una carrera meteórica que le hizo pasar de cero a cien en apenas cuatro años. Su inesperado final dio lugar a un mito en el que no se encuentra solo, ya que el Porsche Spyder 550 que manejaba también ha sido víctima de numerosas especulaciones, tildándolo incluso de maldito.
La localidad de Marion, Indiana (Estados Unidos), vio nacer a James Byron Dean el 8 de febrero de 1931, en plena Gran Depresión. Desde pequeño su personalidad fue complicada, sentía un gran apego por su madre, ya que era la que mejor le comprendía. Su familia se trasladó a Los Ángeles, donde poco tiempo después, cuando el joven Dean tenía nueve años, su madre falleció de cáncer. Su padre se vio incapaz de mantener a su hijo y le trasladó a vivir a la granja de sus tíos en Indiana. Éstos tenían unas profundas creencias religiosas que fomentaron el acercamiento del futuro actor a un pastor metodista llamado James Deweerd, con el que trabó gran amistad. Sin embargo, según contó la actriz Elisabeth Taylor al periodista Kevin Sessums en 1997 bajo la promesa de que no lo revelaría hasta su muerte, «cuando Jimmy tenía 11 años y su madre murió, comenzó a sufrir abusos por parte del pastor. Creo que aquello le persiguió durante el resto de su vida. De hecho, sé que fue así. Hablamos mucho sobre ello». Tal como le prometió el entrevistador, estas declaraciones de la intérprete no salieron a la luz hasta 2011, cuando ésta falleció.
James fue un apasionado del teatro desde muy joven, por lo que a los dieciocho años se trasladó a Los Ángeles para estudiar interpretación en la Universidad de California. Tras realizar pequeños papeles en cine, televisión y publicidad, su gran oportunidad le llegó cuando ingresó en el famoso Actors Studio de Nueva York en 1951. Participó en varias producciones de Broadway, donde le vio el director Elia Kazan. Su personalidad intimista y rebelde atrajo al cineasta que le propuso el papel protagonista en “Al Este del Edén” en 1954. Fue durante este rodaje cuando el destino le unió, por poco tiempo, con la que está considerada como el gran amor del actor, Pier Angeli. Sin embargo, la oposición de la familia de ella hizo que el romance no prosperase y que a finales de ese año la actriz se casase con el cantante Vic Damone.
El actor ya era reconocido por su papel en la película de Elia Kazan, pero el éxito le llegó de la mano de “Rebelde sin causa”, donde compartía protagonismo con Natalie Wood. En esos meses, el intérprete desarrolló más fervientemente su pasión por los coches y la velocidad, corriendo en varias carreras. Durante el rodaje de su tercera y última película, “Gigante”, Dean compró un Porsche Spider 550, al que su amigo el corredor Bill Hickman rebautizó con el nombre de “Little Bastard”, debido a lo difícil que era conseguirlo. El 30 de septiembre de 1955 el intérprete de 24 años falleció conduciendo este coche, aunque él no tuvo la culpa en el accidente, otro vehículo que circulaba a gran velocidad chocó frontalmente contra él.
Tras este suceso, “Little Bastard” pasó a manos del diseñador de coches George Barris que lo compró a una aseguradora. Cuando se estaba descargando en el taller de Barris, el vehículo se soltó y cayó encima de un operario que se fracturó las piernas. El coche era prácticamente chatarra, pero aún había piezas aprovechables. La caja de cambios y el motor se vendieron a dos corredores de carreras, la casualidad hizo que en una competición en la que participaban ambos, uno de ellos muriese en un accidente y el otro quedase gravemente herido en otro siniestro.
Las ruedas también fueron aprovechadas por otro piloto, sin embargo éstas estallaron dejando en coma al conductor. George Barris intentó deshacerse del coche, pero la policía de California se lo pidió para una muestra sobre seguridad vial. Sin embargo, el garaje al que fue trasladado ardió misteriosamente. Durante otra exposición, también se cayó del expositor e hirió a una persona. Finalmente, el dueño quiso llevar al desguace el coche, pero en el camino el camión que lo llevaba tuvo un accidente en el que murió el conductor del vehículo con el que chocaron. Intentaron trasladarlo, otras dos veces, pero en todas ellas ocurrió algún suceso inesperado. Según el propio Barris, cuando le iban a devolver el coche, éste desapareció sin que se volviera a saber de él. Existen diversas hipótesis acerca de su destino. Sin embargo, lo que sí está claro es que detrás de la leyenda de James Dean se encuentra la de su coche, supuestamente maldito.
James Dean murió conduciendo un coche de carreras, una de sus pasiones. Tal como dice una de sus frases más célebres, vivía rápido y murió joven. Quizás demasiado, en los albores de una carrera prometedora. Sólo tres películas le valieron para ser considerado uno de los grandes intérpretes del cine, todo ello ayudado por su personalidad complicada y su aire distante y cercano a la vez. Fue su forma de vivir y de morir la que forjó el mito. La misma que ha conseguido que siga vivo incluso sesenta años después de su fatal desenlace.
Periodista especializada en comunicación, cultura y gastronomía.