Entrevista: Juan Soto Ivars

“La justicia abolió los delitos de humillación pública, pero los hemos puesto en marcha de nuevo en Twitter”

Manuel Castells asegura que uno de los rasgos que definen a la Red es que crea unas condiciones que protegen a los usuarios y a los movimientos sociales contra la represión de los gobiernos y de las grandes empresas. Pero, ¿qué pasa cuando la censura es horizontal, ejercida entre iguales? El periodista y escritor Juan Soto Ivars lleva desde 2011 estudiando los efectos de los linchamientos virtuales entre los usuarios de Twitter y el resultado ha sido “Arden las redes”, de la editorial Debate. A pesar de que Twitter es una herramienta muy útil, como lo demostró el 15M, está comprobado que no sirve para derrotar a los poderosos, sino a “mindundis que pasaban por allí” que hicieron un comentario que ofendió a otro sujeto. Juan también denomina a las personas que linchan como monos con metralletas. 

Tal y como explica el entrevistado, las personas que son linchadas ven cómo se reduce su libertad de expresión al instalarse un censor en su cabeza. Más grave aún es que se está poniendo en manos de la justicia popular una serie de cuestiones que deberían ser denunciadas en los tribunales, amén de las consecuencias que tiene para el debate público. Además, el periodista cree que ideológicamente estamos dispuestos a hacer muchísimo daño a una persona sólo porque es del otro bando. A pesar de lo grave de la situación, Ivars se presenta optimista en esta charla que tuvo lugar en plena Feria del Libro de Madrid.

P: ¿Cuál fue tu motivación para escribir el libro “Arden las redes”?

R: Fueron varias. El trabajo que hago como columnista estaba muy relacionado con las polémicas de Internet. Desde hace unos cinco años me venía interesando mucho. Empecé a ver que tras el linchamiento a Vigalondo en 2011 esto tenía pinta de ir a más. Seguí investigando y escribir el libro fue el resultado de ver que la investigación me llevaba a conclusiones que trascendían el hecho de las redes sociales e interferían con la idea que yo tengo de la democracia.

P: En esa época, Twitter estaba empezando a popularizarse.

R: Twitter enseguida sirvió para el linchamiento. En Estados Unidos todavía antes. Lo que pasa es que al principio eran linchamientos de grupos de usuarios que se organizaban para atacar la reputación de una empresa que había estafado a un cliente. Conseguían que empresas grandes que nunca te hacían caso se echaran atrás por el miedo al “shame”. Pero enseguida este poder empezó a dirigirse: no contra poderosos o empresas sino contra personas que habían expresado alguna idea, algún chiste. A veces eran famosos y, a veces, gente común.

P: Volviendo a la pregunta anterior, el resultado de este libro no es entonces un linchamiento contra ti.

R: Estoy siempre bajo críticas múltiples y de todos los colores, pero considero que no he tenido un linchamiento. Habré tenido algo muy pequeño, pero he conocido a las personas que lo han sufrido y yo no he pasado por eso. Rápido me di cuenta de que no debía tomármelo muy a la tremenda porque podía haber sido peor. Este libro no es una venganza contra nadie.

P: ¿Cuál es el perfil de la persona que lincha? Entiendo que los “trolls”.

R: No siempre. No son sólo los “trolls” los que linchan. Ellos encuentran el placer en molestar a los que son poderosos o famosos y que te ignoran. La gente que se suma a los linchamientos los llamo los pajilleros de la indignación. A María Frisa la lincharon en Change.org 34.000 personas y esos no eran “trolls”. Era gente normal y corriente que se había dejado llevar por una masa de indignación irracional que había empezado en las redes.

La gente que participa en los linchamientos se ha creído una acusación categórica y no es consciente del daño que está haciendo a un individuo. Está actuando para dar un escarmiento. A veces, está simplemente haciendo una crítica de manera individual sin pensar que la suya está sumada a la miles. Van con una antorcha en la mano sin darse cuenta.

Otro rasgo es que la gente que participa está muy polarizada. Lo que me preocupa de los linchamientos no es el ataque en sí, sino las consecuencias que tiene sobre el debate público. En el caso de Cassandra se ve que ideológicamente estamos dispuestos a hacer muchísimo daño a una persona sólo porque es del otro bando.A Cassandra la atacaban porque era de izquierdas. En su caso, además, ella es una chica transgénero.

P: ¿Puede ser que una persona ataque porque se siente atacada? Estoy pensando en una cuenta en Twitter que haga difusión del feminismo. A lo mejor alguien se siente atacado porque percibe que el  feminismo intenta quitar una serie de privilegios a los hombres.

R: Esto es la guerra cultural. El ejemplo de las feministas es bueno, pero puedes elegir cualquier tipo de colectivo. En la guerra cultural, un colectivo agraviado se enfrenta a otro aunque no haya un ataque previo y real. Estos días ha habido una muy gorda: una afrofeminista (defiende que a una reunión de mujeres negras no debería entrar una mujer blanca) fue linchada por feministas blancas hasta el punto que ha tenido que cerrar su cuenta en Twitter. Otro ejemplo es cuando yo hago un chiste. Si yo hago un chiste machista no estoy atacando a nadie. Puede ser un juego de palabras. Pero puede pasar que una chica feminista se dé por apelada cuando el chiste no iba dirigido a nadie. Esta es la trampa de la guerra cultural: estamos constantemente sintiéndonos ofendidos cuando algo alude a nuestro grupo. Yo los llamo pueblerinos virtuales. Las redes hacen el resto porque tienen el poder de convocar la irritación colectiva.

P: ¿Quién ataca más: la izquierda o la derecha?

R: Ahora mismo en España el poder lo tiene la derecha y suelen acabar en los tribunales. Pero tengo la impresión de que si viviéramos en Venezuela pasaría al contrario. No tiene tanto que ver con la derecha o la izquierda sino más bien con quién tiene el poder de legislar. Podemos sacó hace unos días una ley para proteger al colectivo gay de las ofensas. Había artículos que eran iguales que la Ley Mordaza. Los criticaron y retrocedieron, pero pienso que si llegara un gobierno de izquierdas pasaría lo mismo que ahora pero al revés.

P: ¿Has participado en linchamientos?

R: Sí. Lo he hecho yo y lo hemos hecho todos.

P: Ponnos un caso.

R: Me voy a inventar uno. Ves que Pablo Motos la ha cagado. Se te ocurre una y la sueltas. Pero Pablo Motos es un tipo poderoso y ves que no le afecta. Pero imagínate que el linchado sea otra persona diferente a Motos, menos poderoso. Tú sólo has hecho una broma o has hecho un comentario. Aunque tu opinión sea legítima, estás dentro del linchamiento. No puedes no estarlo. Twitter sólo convoca a masas enfurecidas.

P: Ahora que comentas esto, me acuerdo de un periodista que decía que la dictadura franquista había sido mejor que la castrista. Le dije que debía estar en un psiquiátrico: no hay una dictadura buena. Un día después del tuit, seguían llegándome insultos.

R: Individualmente tú no hiciste nada malo. Esto es lo que quiero resaltar siempre. En los linchamientos participa gente que son los pajilleros de la indignación y que cada día están detrás de alguien y participa gente como tú o como yo, que es invitada por las redes sociales a atacar a una persona que no conoce. Tú sentiste una indignación legítima cuando viste lo de este periodista. Y lo que me preocupa no es la ofensa individual, sino toda la ofensa colectiva y cómo se extiende.Y si los seguidores de este periodista hubieran sido más activos y más pesados y hubieran descubierto que trabajabas aquí, hubieran empezado a pedir que te despidieran.

P: ¿Ha pasado eso alguna vez?

R: Sí. Hay gente que participa en los linchamientos que busca dónde trabajas y pide que te despidan. A veces las empresas ceden. En España, las empresas son más sólidas y ha habido menos casos de despidos. Pero en Estados Unidos ya ha pasado varias veces y las cuento en el libro. Justine Sacco es solo una de las que he analizado.

P: Amanda Sacc, periodista del New York Times, decía que las mujeres no eran bienvenidas a Internet.

R: El nivel de agresividad contra las mujeres es mucho mayor que contra los hombres. Twitter hizo un estudio que arrojaba esta cifra: cada cinco o diez segundos alguien llamaba «puta» a una mujer. A ellas se les ataca de una forma más sexual. Cada vez que abro mi perfil tengo unos cuantos que me hacen saber lo gilipollas que soy. Y si fuera tía me dirían que mi “coño” apesta. Esto lo dice Ana Pastor. Para hacer el libro hablé con ella. Un ministro del PP se quejó de cuánto lo insultaban en las redes sociales. Ella le contestó que si fuera mujer, sería mucho peor.

P: Arturo Pérez-Reverte fue muy criticado, incluso linchado, por el artículo «Cristina Hendricks y nosotros«. Pero el escritor Ignacio Sánchez-Cuenca criticaba a escritores como Reverte, Cercas y Marías, entre otros, porque usaban su posición para hacer comentarios sin criterio que quedaban totalmente impunes. ¿No es entonces normal que la gente reaccione con rabia en las redes sociales?

R: A Pérez-Reverte no le afecta en nada. Él escribió ese artículo para cabrear a sus detractoras feministas. Y supongo que metió en un lío a sus colegas.Estoy muy de acuerdo con que la gente reaccione. Antes no había manera salvo la carta al periódico. Pero te lo dije antes: esta misma fuerza se usará contra ti mañana. Y él tiene muchos seguidores que lo van a defender. Y a ti no. 

P: Twitter era una herramienta que atacaba de manera vertical y ahora se está haciendo de manera horizontal.

R: Son monos con metralletas: al principio se disparaba contra las grandes empresas. Y ahora es contra los mismos usuarios.En el libro hablo de la mala puntería y cómo se usan las etiquetas de manera indiscriminada. El caso de Jorge Cremades me parece muy sintomático -mientras se realizaba la entrevista en Madrid, el humorista sufría un escrache en Barcelona con motivo de una actuación que iba a realizar-. Es una persona que hace chistes. Algunos serán sexistas. Otros no. Pero el humor que hace es el mismo que el de El Club de la Comedia. ¿Y por qué se ataca a sólo uno? Porque no hay puntería. No se está luchando contra el machismo. Parece que él es el enemigo. Es muy desolador que la gente se crea que está luchando contra el machismo atacando a un tipo que hace chistes. Por eso digo, monos con metralletas: no se piensa.

P: Otro caso de linchamiento: Una discoteca de Benidorm buscaba a una chica guapa y con buen físico, y sin novio celoso que no la esperara a las cinco de la mañana en la puerta. Le llovieron mil críticas. Se disculpó y retiró el anuncio. Supongo que tenían toda razón cuando lincharon al empresario.

R: No he visto el caso. No sé si será un linchamiento. Esa oferta de trabajo es denunciable, pero estamos poniendo en manos de la justicia popular una serie de cuestiones que deberían ser denunciadas en los tribunales. Nunca me ha gustado la justicia paralela y creo que no es sana. Una vez acertarás y otra no. Pero para eso está la ley. Si eres gay y te dicen “maricón de mierda”, el Código Penal te protege. Pero estamos provocando castigos de humillación pública, que se abolió en todo Occidente porque se entendió que estos castigos, que es lo que hacemos en Twitter, eran contraproducentes para que las personas reflexionaran y pensaran qué era lo que habían hecho mal. La humillación era tan grande que o se hundían y no se podían recuperar o se rebotaban y se hacían enemigos públicos. Si la justicia abolió los delitos de humillación pública, me parece muy peligroso que nosotros los hayamos puesto en marcha.

P: ¿Qué consecuencias mentales tiene para una persona que ha sido víctima de un linchamiento inmerecido?

R: Publiqué un artículo de María Frisa en El Confidencial. Ya ha conseguido vencer lo que le pasó: acaba de publicar un nuevo libro, pero le ha costado mucho. Lo que te pasa después de un ataque de estos es que el censor empieza a vivir en tu cabeza. No se trata de autocensura porque todos la practicamos. Ella tenía miedo de que le volviera a pasar.Ya no sólo las víctimas de los ataques sino otros que no lo han sufrido tienen miedo: «a ver si esto me lo van a tomar como un comentario racista», piensan muchos.

P: Comentabas que las empresas periodísticas eran más sólidas y no despedían a nadie a pesar de que la turba tuitera pedía lo contrario. ¿Las editoriales están dejando de publicar por miedo a las consecuencias?

R: Sí. Eso está pasando ya y sobre todo en la literatura infantil. Hay un temor tremendo a la reacción histérica de los padres. Hay un pavor total. Después de lo de María Frisa, a ella le cambiaron el título de otro libro. Y sus libros llevan una pegatina de humor en la portada. Ella es una superventas.Si tú nunca has escrito una novela irreverente y la mandas, seguramente no te la van a publicar aunque les guste.

P: Si tuvieras un hijo adolescente, ¿le dejarías que usara Twitter?

R. No creo que sea lo correcto prohibirlo. Las redes sociales no traen un manual de instrucciones y mi libro intenta serlo. Y el nuevo de María Frisa también lo es. Creo que colectivamente debemos ir explicando a los más jóvenes cómo han de usarlas. Los adolescentes tienen una desventaja que nosotros no tuvimos. Yo escribí unos poemas horribles con quince años y no están en ninguna parte. Pero los adolescentes están dejando un rastro digital y cuando tengan veintiocho o treinta y dos años ese rastro va a seguir ahí. Están perdiendo el derecho a crecer sin reproches por las estupideces que dijeron.

P: Leí un comentario acerca de tu libro que te traslado: las redes sociales nos han sacado de nuestro cosmopolitismo para devolvernos a la aldea.

R: Hemos convertido pequeñas marcas ideológicas, que no ideologías, en rasgos de nuestra marca virtual. Un ejemplo son los perfiles que ponen: padre, español, liberal. O aquellos que dicen: este es un podemita. Este un machista. No lo leáis. Esto genera un efecto de aldea en el que tendemos a refugiarnos entre nuestros semejantes. Las redes sociales son una tribu. A largo plazo acabas pensando que siempre vas a tener razón.Te vas a volver un aldeano, una persona que no conoce el mundo de fuera.

P: ¿Qué es la poscensura?

R: La llamo así porque antes la censura era vertical. Ahora es horizontal. Es un proceso colectivo de la represión de las libertades de expresión que nace en las redes sociales. Se expande por los medios sensacionalistas y puede acabar en censura vertical cuando este proceso de irritación colectiva lleve al poder a gente que esté dispuesta a premiar a sus votantes censurando a determinadas ideas u opiniones. Esto está encontrando apoyo. El artículo del Código Penal por el que juzgaron a Cassandra lo apoyan los votantes del PP. Pero la poscensura la ejercen los de Podemos, las feministas. Cada quien quiere recortar la libertad de expresión por donde le molesta a él. La gente no es consciente. Quiere estar tranquila y que nadie les ofenda. Y eso mismo lo quería Franco.

P: El trending topic es el porno de los pajilleros de la indignación. Lo recordabas el pasado jueves, el mismo día que Jorge Bustos fue TT después de que dijera que prefería a un corrupto antes que a un comunista. ¿Qué significa?

R: Significa que Twitter estaba pidiendo a los izquierdistas que se enfadaran con Bustos, porque pinchabas en su nombre y veías mucha gente ofendida. Twitter no estaba generando un debate sobre el comunismo, no se estaba replicando al columnista con argumentos. Él había manifestado una preferencia en un programa de televisión, y lo que Twitter te decía es: ven con nosotros a insultarle.

P: Hay quienes aseguran que el debate político se ha vaciado de contenido, se ha banalizado. Si le sumamos la censura autoimpuesta, ¿en qué queda el debate entonces?

R: En un cruce bastante vistoso y apasionado de lemas, soflamas y pancartas. En las discusiones del Frente Judaico Popular en “La Vida de Brian”. Es decepcionante que el debate público brotado de las redes se parezca tanto a la dialéctica sorda y simplista del Parlamento de los Diputados.

P: En todo esto que has analizado, ¿qué papel juegan los periodistas y los medios?

R: El papel de los medios es fundamental. Sin ellos, las polémicas de las redes serían tormentas en un vaso de agua. Parece que pasa algo gordo y muchas veces acaba pasando algo gordo. Pero los medios tenemos la mala costumbre de elevarlas a asuntos de interés público y sospecho que lo hacemos deshonestamente a cambio de clics.

P: Y las plataformas en las que se producen estos ataques, ¿cuánta responsabilidad tienen?

R: Twitter debería moderar la lista de Trending Topics. Si una turba está linchando a un tipo que no tiene responsabilidades políticas, que simplemente ha dicho algo, mostrarlo en esa lista es ponerle el puntero láser en la cabeza. Lo mismo para Change.org: no deberían permitir peticiones de linchamiento. Deberían comportarse como editores que son y dejar de agarrarse al dogma mentiroso de que son simples plataformas. Si son editores para contenidos yihadistas, deberían serlo para todo lo demás.

P: ¿Qué deberíamos hacer si somos víctimas de un linchamiento virtual?

R: No responder, no pedir perdón, desconectarnos unos cuantos días hasta que pase la tormenta. Quienes linchan se dan ánimos unos a otros, no se puede razonar así.

P: El escritor Humberto Eco estaba en contra de las redes sociales porque estaban formadas por una legión de idiotas donde cualquier opinión puede tener la misma valoración que las opiniones de un premio Nobel. ¿Crees que, a pesar de todo, las redes tienen algo bueno?

R: Sí. Las redes sociales son un medio idóneo para que la ciudadanía se organice: el 15M es impensable sin ellas. Y también para que los intelectuales bajen de sus torres de marfil. El problema es que la masa sigue siendo masa, en un estadio de fútbol y en una red social. Y se comporta como una fiera irracional.

P: Como ya hemos destacado, “Arden las redes” es el nombre del libro así que el juego de palabras en esta última pregunta es inevitable. ¿Es un incendio controlado o va a acabar todo calcinado y reducido a cenizas?

R: Espero que aprendamos a usar este gran poder, que podría servirnos para derribar tiranos, pero que con mucha frecuencia estamos usando para aplastar a “mindundis” que pasaban por allí.

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