“Yo creo que un actor no se jubila, un actor se muere”
Nico Romero comenzó su trayectoria en el mundo actoral en una escuela de interpretación que se costeaba gracias a su trabajo como enfermero en una mutua. Por aquel entonces tenía veinticinco años y hoy, a los treinta y uno, sigue disfrutando de su profesión como si del primer día se tratara. Actualmente, lo podemos ver en “Ciega a citas” serie con la que ha renovado por una segunda temporada y que es emitida en Cuatro en la sobremesa de los lunes a viernes. A pesar de que el rodaje le ocupa prácticamente todo el día, está muy ilusionado con otros trabajos, entre ellos, “Cuento de verano”, un largometraje ya grabado que está dirigido por Carlos Dorrego con quien también está planeando un proyecto de teatro que en estos momentos se encuentra en un proceso intermedio. Nico no sólo nos habló de sus planes profesionales, hubo tiempo para más.
El encuentro se produjo un día bastante señalado para cualquier actor, el denominado como “Día Mundial del Teatro”. Así, en una fría y nubosa tarde de jueves del pasado mes, en el madrileño barrio de Tribunal pudimos conocer un poquito mejor a Nico Romero. La charla se desarrolló en un lugar tranquilo, marcado únicamente por música de fondo de artistas del pop español como Pablo Alborán. A pesar de considerarse una persona tímida, Nico nos demostró en poco tiempo ser un chico cercano y con mucha labia. Le gustaba profundizar en algunas respuestas ya que se notaba que estaba hablando de lo que a él le hacía más feliz: su profesión. Pronto nos ayudó a crear un ambiente muy apropiado para conversar distendidamente sobre su vida profesional así como adrentranos un poco en la personal. La cita se alargó, se le notaba bastante cómodo y una vez finalizada la entrevista todavía pudimos disfrutar un rato más sin grabadora de su presencia y de la narración de sus historias antes de que, según nos comentó, acudiera con otros actores a visualizar «2 francos, 40 pesetas».
Nico confesó que por norma general, todos tenemos mucho decoro para hablar de lo bueno y poco de lo malo. A pesar de que le costó autoanalizarse, destacó que su mayor virtud es conseguir que las personas que le rodean se sientan a gusto con su presencia y, desde luego, con nosotras demostró esta cualidad desde el inicio. No obstante, el actor cree que uno es lo que hace a los demás, por lo que prefiere que sean otros los que hablen de él. Le podéis encontrar en las redes sociales, principalmente por Twitter, donde se muestra muy agradecido cuando alguien le escribe para comentar su trabajo. “De momento no me han pedido matrimonio” – bromeó con nosotras hablando acerca de los mensajes que recibe.
Nos sorprendió gratamente descubrir que el actor maneja bastante bien el italiano ya que, como nos comentó, tras estudiar la carrera de Enfermería, se fue a vivir a Padova (Italia) donde se convirtió en una persona integrada en dicha sociedad. La gente se olvidaba que era extranjero, trabajaba en urgencias y no le quedaba otra que aprender el italiano. Además, como nos destacó, no es lo mismo aprender un idioma para comunicarte que para vivir realmente en ese sitio que es lo que hacía él. Sin embargo, ser enfermero no era su verdadera vocación…Os dejamos una charla muy amena en la que el actor se muestra tal y como es.
P: ¿Cómo afrontaste dejar tu lugar natal para venir a Madrid y ser actor?
R: En realidad, yo me fui de Cáceres a los 18, a Salamanca, a estudiar en la Universidad. Estudié Enfermería, estuve cinco años en Salamanca y de ahí me fui a Italia y estuve trabajando de enfermero y de ahí me vine a Madrid, todo esto se puede contar de una forma muy mágica o muy casualidad. Me vine a Madrid a buscar trabajo también como enfermero y de repente un día dije: “No conozco a mucha gente aquí, ¿qué puedo hacer?” Digamos que el cine ha sido siempre lo que más me unía a esto, siempre he sido muy cinéfilo, pero de repente me acordé que yo de pequeño me gustaba mucho hacer teatro, era muy tímido, bueno, lo sigo siendo en realidad, aunque lo tape haciendo el «idiota» (risas). Me gustaba hacer teatro, pero jamás lo hice en el colegio, me daba una vergüenza horrible. Pero con mis hermanos y mis primos siempre hemos sido una familia muy unida y ahí yo me sentía más protegido, escribía mis tonterías, obligaba a todos mis primos a hacer la obra de teatro. Era el protagonista siempre, evidentemente (risas) y también obligaba a mis padres, a mis tíos y a mis abuelos a verla. Pintaba los carteles, los ponía, los sentaba a todos ahí y ¡empieza la función! (risas). Sí que es verdad que es algo que siempre ha estado ahí, pero de alguna forma, no se lo achaco a mi familia, al revés, ellos siempre me han apoyado en todo muchísimo y me han potenciado mis sueños, pero yo creo que la educación sí coarta tu libertad a la hora de elegir qué quieres ser y a mí de una manera velada… eso lo descubres cuando eres mayor, en el colegio me hacían entender que son hobbies, te hacen entender que tienes que ir a la Universidad porque si no eres un fracaso y yo me lo creí un rato. Es lo que tiene que ser y la gente: “Qué bonito, qué bien que haces teatro, qué bien que pintas, pero, ¿qué haces para ganarte la vida?” Automáticamente le dan un tratamiento de hobbie. Dentro de las opciones cuadriculadas, cerradas que a mí me hicieron ver que había, fui a la Universidad y estudié Enfermería porque bueno, mi madre es médica, siempre he tenido mucho contacto y también me llamaba la atención, no te voy a decir que es algo que no me guste. Me gusta y es una profesión que yo respeto mucho, pero no… Además, veía estudiar como una fuerza de voluntad, no de placer, yo siempre he sacado muy buenas notas, pero estaba más sustentado por fuerza de voluntad de “es mi obligación” que por una cosa placentera de “esto me encanta y voy a seguir”. En cierto modo me daba envidia cuando iba a clase y se sentaban en primera fila y yo les veía como “esta panda de pardillos”, yo llegaba a clase y pensaba “¿cuándo se acaba esto?” Pero bueno, la vida sigue, me fui a Italia y una amiga mía trabajando allí al salir un día me dijo, “Nico, ¿tú te ves dentro de treinta años trabajando de esto?” Y le dije, “No”. Y me agobié un poco y dije “me voy a Madrid, me voy a España”. Lo hice como una cosa de “voy a conocer gente”, pero una vez entré en ello me empezó a picar y dije “hay gente que se dedica a esto, ¿por qué no voy a ser yo uno? ¿Para qué voy a hacer una cosa que me gusta en mi tiempo libre y ganarme la vida con otra, si puedo aunarlas y que sea lo mismo?” Y ahí me lancé y aquí estamos.
P: Y una vez en el mundo de la interpretación, ¿qué pensaste la primera vez que te viste en pantalla?
R: Es que yo creo que la primera vez que me vi en pantalla fue en el vídeo de mi Comunión (risas). El primer sitio en el que yo estudié interpretación era una escuela de cine y televisión, es decir, a parte de interpretación había también la Diplomatura de Dirección, de Fotografía, de Montaje… y eran tres años de interpretación que estaban muy encaminados a cine y televisión. Ahí la dinámica era todo con cámara, todo era grabado, todo te lo ponían en clase en los proyectores. Grababan todas las escenas, las veías, grababas muchas prácticas, muchos cortos… Entonces, digamos que eso sobre todo me vino bien para normalizar el impacto de verme. Nos acostumbraron mucho a vernos desde el principio y a intentar vernos de una manera objetiva porque está el que se ve y todo es maravilloso o el que se ve y todo es fatal, y ni una cosa ni otra. La verdad es que en ese sentido nunca he tenido un momento de impacto de decir, “Oh Dios, soy yo”. Siempre he sido bastante tranquilo, a lo mejor es que no soy muy consciente de eso y no le he dado mucha importancia, lo veo igual que en el ejercicio de clase, en el sentido de análisis de lo que estoy haciendo, “¿Qué puedo mejorar?, ¿Qué está bien?”
P: La mayor parte del público te conoce por tu papel en la serie de Antena 3, “Bandolera”. ¿Cómo se despega un actor de un personaje que le ha dado reconocimiento?
R:Bueno, en realidad no sé si ha sido mucho reconocimiento. Es decir, yo no he sentido una cosa tampoco muy… Yo creo que un actor tiene que ser capaz de conectar con el personaje, activar las herramientas que cada uno maneje para entrar en ese personaje y también salir después, es igual de importante una cosa que otra, sino nos volveríamos un poco locos. Creo que también eso te lo da la experiencia y vas aprendiendo a separar y a entender qué es tu vida personal, que no tiene nada que ver, aunque evidentemente siempre, bueno, cada uno a su manera, cuando estás preparando un personaje eres tú al final, lo que estás poniendo en juego son cosas tuyas.
P: ¿Cómo recuerdas este papel en “Bandolera”?
R: Lo recuerdo con mucho cariño. Fue el primer personaje que hice en televisión y además es un personaje que a priori no era fácil. Si tú te pones a ver tranquilamente la historia del personaje, en qué está metido, su trama… te das cuenta de que no son personajes fáciles. Luego está el cómo lo ves tú, pero los personajes de estas telenovelas son unos dramas, que si te lo tomas en serio, esto no es fácil. Digamos que el reto que yo me puse era que no fuera un cliché. Por guión, por biblia, el personaje era malo, era un tipo mentiroso, cotilla y que intentaba manipular al personaje que en ese momento era Rosi Tapias, intentando hacerla creer que estaba enamorado de ella y casarse para quedarse con su dinero. Para mí fue muy bonita la preparación, los malos a mí me encantan porque tienes que entenderlos y tienes que llegar a cogerles incluso cariño, es decir, ¿qué le ha pasado a este hombre en la vida para llegar a esto, a comportase así? Tienes que llegar a entenderle y a comprenderle y cuando llegas a eso es muy gratificante y es lógicamente mucho más fácil porque como no hay mucho tiempo, todos los días te van a llegar separatas de cosas que tú puedes caer en el error de juzgar. De decir, “Pero madre mía este tipo, ¿cómo se comporta así? ¿Cómo hace esto?” Yo creo que tienes que tener muy asegurado por qué este personaje actúa así, cuál es el motor del personaje y estar convencido de eso, que para ti no sea malo sino entenderle.
P: Y saber el arco de ese personaje para llegar a ese punto, ¿no?
R: Exactamente. Yo creo que un personaje, todos los personajes, pero especialmente mi personaje que era el malo a priori, más que crearlo desde la maldad, desde su fortaleza, porque muchas veces estos malos parecen como fuertes, los ponen ahí, tienen como una situación de poder, yo creo que se crea más precisamente desde sus debilidades. “¿Qué le pasa? ¿Qué siente para actuar así?” Casi siempre o al menos, así es como lo hago yo, me ayuda bastante trabajar esta maldad, intento buscar más por ahí, más que su fuerza, su punto débil, humanizarlo y a partir de ahí, que te envíen maldades y “¡Venga!” Es muy divertido (risas).
P: También has participado en varios cortometrajes, ¿por qué crees que este formato está menos reconocido a pesar del trabajo que hay detrás?
R: La verdad es que no lo sé, no te sabría dar una respuesta. A mí el mundo del cortometraje me apasiona, me encanta. A veces es realmente complicado escribir una historia interesante en tan poco tiempo, me parece de un valor enorme un buen guión de un cortometraje. Igual que ahora Microteatro que hay que ser capaces de desarrollar bien una historia en tan poco tiempo, me parece de mucho valor y ser capaces de enganchar a un público, de emocionarlos… He visto a gente emocionada por un corto o en Microteatro. Ser capaces de que alguien entre en eso en tan poco tiempo me parece espectacular. El mundo del corto sí que es verdad que dices, “está muy bien para foguearte, para empezar”. Pero a mí no me vale solo para eso, a mí es que me gusta, a día de hoy si de repente surge un corto que puedo hacerlo por tiempo y tal y el guión me interesa, yo encantado de hacerlo. Es una cosa que uno hace por amor puro y duro, entonces ahí está un poco la base de todo esto, no hay dinero, el que está ahí es porque quiere, porque le gusta y quiere trabajar en eso. Para mí le da incluso más valor. Y no te sabría decir por qué se le da menos valor, evidentemente comercialmente es muy cortito. Estaría “guay”, que antes de las películas pusieran cortos. Cortos que han ganado en no sé qué festival… Creo que para el corto te tienes que interesar tú, te tiene que interesar el mundo del corto y acercarte a él, parece que no le ponen mucha visibilidad comercial para que la gente lo descubra y diga “¡anda mira, qué “guay”!” Parece que pertenece más como a la gente que está dentro del mundillo o bueno, como aficionado, pero que te gusta y yo creo que para el público en general es un formato súper interesante, ser capaz de eso, de emocionar en cinco minutos, a mí me parece “acojonante”.
P: Precisamente en Microteatro participaste en “Delirio” ¿Te impone tener al público tan cerca?
R: Yo he hecho dos Microteatros. Uno era éste, “Delirio”, en el que precisamente el público formaba una parte muy importante de la obra puesto que una supuesta fan salía del público. O sea, el público jugaba dentro de la función. No me imponía porque formaba parte. Era una comedia para ver las reacciones de la gente, incluso improvisar alguna cosa con ellos. Y luego el otro que se llamaba “La noche de Massiel” que fue el primero que hice, que a ese Micro le tengo muchísimo cariño, no jugaba el público, era justo lo contrario. Eran dos personajes homosexuales encerrados en un desván a escondidas de sus familias y precisamente era lo contrario, el público se sentía como que estaba en un sitio donde no debería estar. Si eres capaz de crear esa atmósfera, para el público es una gozada estar ahí. Esto era un drama con bastantes tintes cómicos y había un feedback muy grande, tú te retroalimentabas mucho, veías que la gente se reía y te crecías. Y de repente, cuando entraba en el meollo de todo, a veces pasaba, a veces no, veías que la gente entraba en eso y se creaba esa atmósfera de atención. Tú notas cuando ese silencio es de indiferencia y cuando está todo el mundo en ti y eso te alimenta mucho. A mí por lo menos me hace avanzar con ellos. Luego en “¡Que nadie se mueva!”, el público igual, era importante. La obra se desarrollaba en un teatro en el que llegábamos unos policías. Yo hacía de Mosso d’Esquadra, catalán, el otro de la Ertzaintza, el otro nacional y el otro guardia civil. Y era un teatro en el que hubo un crimen y se acordonaba y el público no podía salir. Nos planteamos una cosa bastante difícil para empezar porque no es que el público jugara es que improvisabas con él, hablabas con el público y cada uno te puede salir… hay gente que quiere jugar, hay gente que no. Hay gente que se intenta hacer más gracioso que tú, hay gente que se lo puede tomar a mal. Tienes que respetar y si la otra persona no entra en el juego tienes que terminarlo pero respetando y diciendo “venga, no jugamos, no pasa nada”.
P: ¿Y las escenas de sexo te parecen más complicadas?
R: No he tenido muchas. Bueno, en Microteatro, “La noche de Massiel” era bastante fuerte. El Micro empezaba que entrábamos, nos desnudábamos el uno al otro, nos quedábamos en calzoncillos y todo eran besos. Nos tirábamos en la cama, luego entraba en una cosa más de sentimientos y esa parte animal se calmaba un poco, pero empezaba fuerte. Para mí, como cualquier otro tipo de escenas, me da igual que sea de sexo que no, aquí ya planteaba un plus de responsabilidad ya que los personajes eran homosexuales y ninguno de los dos lo éramos. La gente te pregunta “Uf, ¿y besar a un tío no te da reparo?”. No. Era la responsabilidad de decir, yo tengo que contar una historia de amor y como cualquier tipo de escena tiene que ser de verdad. Enamorarte de esta persona, me da igual que sea un chico que una chica. Me da igual, me tengo que enamorar y las escenas de sexo tienen que ser lo menos mecánicas posibles. Y ya te digo, no he tenido muchas más escenas de sexo, alguna en un corto, sobre todo yo creo que coger confianza, relajar a la otra persona, darla a entender que no estás intentando aprovecharte de nada ni mucho menos y que sea lo más cómodo posible para los dos. Pactar también junto al director y la otra persona qué es lo que vamos a hacer, que todo el mundo se sienta a gusto, porque si todo el mundo se siente a gusto, la escena va a ser lo más bonita posible, muy real. Hay una incomodidad, evidentemente, que es el desnudo ante el equipo pero la gente con la que lo he tenido que hacer ha sido muy profesional, muy amable, todo bien, nadie que se haya tomado nada mal. De momento no me ha surgido ningún problema con eso nunca.
P: En “Antígona” salías con el pelo rapado, ¿te resulta difícil cambiar tu aspecto físico para un papel?
R: No. De hecho, raparme el pelo para “Antígona” me hizo medio trabajo ya. Yo nunca me había rapado y era un personaje muy extremo, es el personaje más complicado que a priori más dificultades me ha planteado y también el que más gusto y recompensa personal me ha dado. Se fue dando, o sea, no desde el principio del ensayo se había planteado que iba a ser así, que iba a ir pintado de payaso con zapatones. Era un tipo que estaba muy roto por dentro, muy mal. Un tipo muy violento, un soldado que mata a Antígona. Este tipo podría llegar a violar bebés. No lo va a hacer, pero yo tengo que preparar a un tipo que sería capaz de hacer eso. Era un punto en ebullición de un tipo que podría explotar en cualquier momento. Yo creo que el vestuario, maquillaje, peluquería, todo eso, si va en pro del personaje es maravilloso porque te da medio trabajo hecho. Me dijeron “te van a rapar el pelo”. Y dije: “No, me lo voy a rapar yo en mi casa”. Fue un encuentro con el personaje, fue casi una ceremonia. Delante del espejo, yo que tenía el pelo que no me lo había rapado en mi vida, dije “Oh Dios, mis rizos”.
P: Actualmente, te podemos ver en “Ciega a citas” en la que también participan varios de nuestros entrevistados, Álex Gadea y Santi Marín, ¿tuviste que pasar un casting o te llamaron directamente?
R: Tuve que hacer casting. Un casting que llevaba Carmen Utrilla y su compañera Marga que es la que me lo hizo a mí. Esto fue poco antes de Navidad. La verdad es que fue un casting muy placentero. Además, tuve la suerte de que Teresa, la «prota», es muy amiga mía de la época de “Bandolera”. Pude hablar con ella para ver cómo lo veía, ensayarlo un poquito. Y con Belén Cuesta que hace «La Llamada». Ella es una actriz espectacular. Hizo el casting para el personaje de Cris y lo estuvimos preparando juntos. La verdad es que fui bastante seguro al casting y fue muy ameno y salí muy contento. Esto es una cosa que he estado hablando con Álex (Gadea), cuando sales de un casting, luego te pueden dar una “ostia” enorme pero sales con la sensación de decir: “Esto es para mí”. En esa época hice alguno más y me llamaba mi representante y me decía: “¿Qué tal han ido?, ¿Te han llamado de “Ciega a citas”?” No es bueno crearse expectativas, pero de alguna forma tenía un buen presentimiento con ese casting y justo antes de irme de vacaciones me dijeron que me habían cogido. Pensé: ¡Qué bien me voy a ir de vacaciones, qué bien me voy a comer el cochinillo este año, qué a gusto y qué tranquilo!
P: ¿Qué diferencias encuentras entre trabajar en cine, teatro y televisión?
R: Es muy diferente. Trabajar para cine, teatro y televisión el proceso de creación es muy diferente, los tiempos son diferentes, lo que te piden es diferente y el resultado es diferente. Yo en realidad disfruto muchísimo de los tres. A mí me gusta actuar, forma parte también de lo bonito del trabajo. La televisión exige un resultado más inmediato, exige que resuelvas en el momento, no hay tanto tiempo para la creación de personajes. En “Bandolera”, a mí allí mismo me recomendaron “intenta crear algo que sea bastante cercano a ti, porque va a haber días que te vas a ver desbordado por guiones y no hay tiempo para una creación súper”. En televisión es un poco así, mucho volumen de estudio, poco tiempo, pocas horas de estudio y de sueño y resolver rápido ante las dificultades que surgen en cualquier rodaje. Y es muy gratificante ver cómo vas encontrándote cada vez más suelto, cómo vas aprendiendo, lo bonito que es con los compañeros que están igual que tú y que de repente surge algo y entre los dos lo resuelves. Y verte y “esto no voy a ser capaz, no doy”, y de repente sí puedes… En el cine y en el teatro el proceso es mucho más largo, hay más proceso de ensayo, hay más tiempo para preparar y también más tiempo para equivocarte, piensas más. Cuanto más tiempo tienes para pensar, más puedes decir “uy”, inseguridad. Un proceso diferente y ahí digamos que todo es un proceso más lento y no sé si la palabra adecuada es más cuidado, pero es diferente, más al detalle, se puede ir más poco a poco en el trabajo del actor y en el trabajo de todos los departamentos. Digamos que tienes más tiempo para volcarte dentro del personaje, para investigar, para documentarte, para entrar un poco más profundo y ver qué sale de ahí.
P: Centrándonos sólo en el teatro, ¿qué representa para ti?
R: El teatro es una pasada, es casi un refugio, sí. En el teatro, en la interpretación en general, yo creo que tú puedes dar rienda suelta a tus sentimientos, a los más bonitos, a los más feos. Puedes dar rienda suelta sin miedo a que te hagan daño, hay como una red, ahí puedes abrirte, puedes explayarte. No hay riesgo, el teatro siempre te va a recibir. El teatro siempre te acoge y es un lugar espectacular de libertad para poder expresarte. Es lo que más me gusta en este mundo, es lo que más amo… Es que no sabría hacer otra cosa. A veces pienso, tengo que aprender a disfrutar de la vida, viajar, los amigos, pero siempre hay una parte de mi cabeza atrás que está pensando en esto, en la profesión al fin y al cabo. Tengo que aprender a desconectar un poco de eso pero es el sitio en el que más disfruto, en el que más me siento yo, en el que más feliz soy. Estudiando, ensayando, actuando, con los compañeros, solo en casa, después de la función, antes, todo lo que significa esto con todos los sacrificios, con todas las frustraciones…entonces para mí el teatro es una salvación casi, porque antes de dedicarme a esto yo estaba muy desubicado, suena como muy redundante, pero le ha dado sentido. Sí, se puede decir que le ha dado sentido a mi vida. Un objetivo muy claro que es poder dedicarme a esto y honrar al teatro y darle todo el amor, recompensarle por todo lo que me da, porque a mí me da la felicidad esto, totalmente. Es una suerte, no solo poder dedicarte a lo que te gusta que ya es suerte, también es algo que uno se tiene que trabajar, se suele decir, “no, he tenido suerte”. Siempre hay una parte de suerte, ¿no? Pero yo creo que es mínima, no es por ponerme a mí ahora de nada, pero yo creo que hay que tener… Para dedicarse a esto, en el ámbito que sea, sea director, sea actor, sea en iluminación, sea en tal, hay que ser valiente, y en el fondo hay que creer en ti mismo con todas tus inseguridades. Es mucho sacrificio. Es mucha gente la que te va a decir todos los días, “uy qué complicado”. Las probabilidades de fracaso (entendido fracaso como no conseguir tus objetivos) son muy altas, lo que pasa es que para mí el fracaso más que no conseguir los objetivos, es no perseguirlos. El éxito está en la valentía de atreverte a perseguir tus objetivos, no tanto en conseguirlos. Puedes conseguirlos o no, pero el éxito está en ser lo suficientemente valiente como para atreverte a perseguirlos y para mí eso representa todo esto, es lo que quiero en la vida y es lo que intento cada día conseguir y ser mejor. Y me gustaría, siempre digo yo no me quiero jubilar de actor, yo me quiero morir de actor. Un día me moriré dentro de un montón de años y se morirá un actor, haya trabajado o no haya trabajado, a lo mejor no vuelvo a trabajar en veinticinco años, no lo sé, pero yo creo que un actor no se jubila, un actor se muere, un día te mueres y fin. Aunque lleves mucho tiempo sin trabajar, porque hayas decidido no trabajar más o porque tu edad te lo imposibilita por lo que sea, pero tú sigues siéndolo y sigues teniéndolo en tu cabeza, sigues pensándolo. No un actor, yo creo que en cualquier arte, yo no creo que un músico diga “ya no soy músico”, puede decir “ya no toco el piano”, pero músico sí que eres o un pintor, “mi último cuadro lo pinté hace tal”, pero pintor eres.
P: Bonitas palabras. Entre tus habilidades hemos leído que se encuentra el canto, ¿hasta qué punto es importante para un actor su voz y saber proyectarla bien?
R: Me encanta la música y dentro de ello también forma parte el canto. Es mi espinita porque reconozco que es el lugar donde más inseguro me siento. Yo no tengo ningún tipo de formación ni tampoco puedo decir que canto bien. Quiero decir, no hago el ridículo cantando, tengo oído musical y no tengo voz de gallo retorcido y puedo defenderme en según qué cosas, pero sí que es verdad que es una espinita ahí que tengo. Si me piden cantar en un casting puedo cantar, pero hasta ahí. Me gustaría perfeccionarlo porque me gusta, porque creo que con todo el respeto, podría hacerlo decentemente, nada más que me coarta mucho la inseguridad y el miedo. Reconozco que es algo que todavía, cada vez menos, me da un pelín de vergüenza. Y eso me lo quiero quitar porque me gusta y porque no se me ocurre una habilidad que no sume para un actor. A mí me parece una auténtica gozada cuando veo a un actor que es un auténtico artista de verdad, que sabe cantar, que sabe bailar.
P: ¿Bailar lo llevas mejor que cantar?
No. Ahí sí que hago el «idiota». Hace poco perfeccioné montar a caballo y los idiomas. Ahora que tengo pensado mudarme dentro de poco al centro, quiero hacer esgrima. Hay tantas cosas… y éstas son un poco las básicas. Si haces una serie o película de época, saber manejar una espada, montar a caballo… te da un plus que piensas: “Esto que ya sabes y no me tienen que enseñar”. Cantar y bailar te abre la puerta a musicales también. Yo creo que nada está de más. Una de las partes más bonitas del trabajo de un actor es que cuanto más tiempo pasa, más te das cuenta que no sabes nada, que te queda todo por delante. No se me ocurre nada que no fuera interesante de aprender. Luego también trabajando de repente te proponen personajes que aprendes a hacer algo que a lo mejor tú no te habías planteado. Todo lo que aprendas yo creo que te va a venir bien, te va a abrir campo.
P: Antes nos has comentado que dejaste tu tierra para trabajar en otro país hasta finalmente asentarte en Madrid. ¿Qué echas de menos de Cáceres?
R: Yo no suelo echar de menos sitios, suelo echar de menos personas. Y a las personas que echo de menos, trato de verlas y hago esfuerzos por verlas, entonces en realidad no echo de menos Cáceres, mis padres viven allí, tengo amigos, aunque es verdad que no voy con frecuencia. No soy la típica persona que cada fin de semana va a casa, no, tengo que reconocer que no soy así, voy en Navidad, en verano también paso unos días. Mi hermano hasta hace poco vivía en Salamanca, ahora vive aquí, tratamos de juntarnos siempre aquí en Madrid. Pero sí es verdad que es un refugio saber que está allí, igual que de pequeño tienes ese ansia de “me quiero ir”, también está bien tener un sitio al que volver.
P: Un hogar, con todas las letras…
R: Sí, sí. Y bueno está muy bien porque se nivela mucho con Madrid. Yo soy una persona que necesito las dos cosas, necesito lo que para la gente es el estrés de Madrid, el bullicio, a mí eso me alimenta mucho, me encanta de hecho, estar en un sitio donde se está moviendo todo, y a la vez lo contrario cuando voy a Cáceres. Poder ir a ese sitio donde he vivido mi infancia, a un sitio donde he sido muy feliz, un sitio que me relaja, me inspira y que me da mucho aire para volver otra vez.
P: Con las fuerzas renovadas…
R: Sí. Y luego Cáceres es una ciudad que quiero mucho, ¿qué voy a contar yo? Siempre que puedo hago publicidad, es una ciudad preciosa y egoístamente a veces uno piensa que es mejor que siga así, un poco oculta, que no la conozca mucha gente para que no se masifique, pero por otro lado, Cáceres la gente tiene que conocerlo. Es extraño, porque luego tú vas y siempre está llena de gente extranjera, parece que se conoce más fuera, no sé. No conozco a nadie que haya ido y no le haya encantado. Cáceres tiene la zona antigua que es alucinante con la particularidad de que no es como en otras ciudades que están explotadas y que el centro comercial de la ciudad es el mismo que el centro histórico, allí por una casualidad, se ha ido construyendo todo fuera, entonces el centro histórico digamos que se ha ido manteniendo intacto. La zona norte de Extremadura también es preciosa: La Vera, Las Urdes, todo eso… la gente se suele imaginar de Extremadura una cosa como árida, amarilla, plana, y no tiene nada que ver con eso, absolutamente nada. Potencialmente tiene muchas posibilidades, va mucha gente y vive mucho del turismo, pero sí que es verdad que a veces lo dices y la gente tiene mucho desconocimiento de Extremadura en general.
P: ¿Has tenido que modificar tu acento para interpretar algún papel?
R: Sí. Todo el tiempo. A mí desde el principio había una asignatura de dicción que nos limaba mucho, el acento en cámara fuera, porque te van a pedir todo el rato que no haya acento. Casi me cuesta menos, o sea, ya lo tengo tan automatizado que me cuesta menos actuar sin mi acento que con mi acento, cuando alguna vez en alguna cosa me han dicho “no, pero hazlo con tu acento”, como no estoy muy acostumbrado, me suele costar más los primeros dos minutos, luego ya… Pero sí, normalmente en televisión te suelen pedir una cosa neutra.
P: ¿Qué sueles hacer en tu tiempo libre?
R: Como ahora tengo bastante poco… Veo mucho teatro, mucho cine y viajar es lo que más me gusta. Con este trabajo es complicado, porque si tienes la posibilidad económica, no tienes tiempo y si tienes tiempo, no estás tan boyante de dinero. Pero siempre que puedo viajar, me encanta. Luego aparte de eso, la música, leer teatro, ver películas… te ayuda a ti como actor a nutrirte. Y el deporte, soy muy futbolero. Soy del Madrid, ¿hasta ahí todo bien? (risas). Esto podría sentar mal a alguien, no soy el típico aficionado del Madrid por decirlo así. Muchas veces me dicen: “No te pega ser del Madrid”. Casi me lo tomo como un halago. Soy muy forofo pero no soy muy hooligan, bueno, cuando estoy viendo el partido un poco sí, pero luego ya no (risas). Trato con los años de ser un poco objetivo, me gusta, lo veo y se acabó. No tengo esa cosa de salir del partido y estar muerto por perder la Liga. De pequeño me costaba cenar si perdía el Madrid, pero yo siempre decía: “Cuando perdía no cenaba, así es que casi siempre cenaba” (risas). Mi padre me decía “Chico, esto no”. Te vas haciendo mayor y lo vas moderando, aunque lo vivo con la misma intensidad. Luego hay una parte que te empiezas a dar cuenta de cómo funciona la vida esa, del negocio que es y eso te aleja un poco. Me gusta mucho como deporte, como vía de escape de ver un partido con tus amigos y tomarte una «birra», jugar al fútbol y tal, pero todo lo del negocio del fútbol que ya sabemos es detestable, vergonzoso.
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