Reportaje: Gabriel García Márquez

Una realidad menos mágica

El día que Gabriel García Márquez iba a morir, las letras se quedaron sin voz, se acercaba el final de uno de sus más grandes profetas. Cuando se ha conocido la triste noticia de su desaparición, por las calles de Macondo ha vuelto a correr el agua como ya lo hiciera durante cuatro años, aunque esta vez no eran gotas, sino lágrimas. El más profundo torrente que no parece tener final. Quizá no escampe nunca. A pesar de todo, sus habitantes seguirán apareciendo una y otra vez en la mente de generaciones enteras. Las mismas que ascenderán a uno de los mejores cielos de la literatura de la mano de las más exóticas sensaciones, de unas historias procedentes de mundos fantásticos y a la vez reales. Porque para este escritor el límite entre estos dos polos, aparentemente opuestos, era inexistente y conseguían una armonía prácticamente perfecta haciendo creer que todo podía ocurrir.  

La sombra del ciprés le alcanzó 87 años después, un día 17 de abril, Jueves Santo para los cristianos y, desde ese momento, un día de luto para la cultura. La creación literaria de este escritor colombiano comenzó en 1947 con “La tercera resignación”, un año más tarde, a pesar de estar estudiando Derecho, comenzó a escribir para “El Universal” de Cartagena (Colombia). Pocos años después, publicaría periódicamente una columna en “El Heraldo” de Barranquilla (Colombia) tiempo en el que se convertiría en un importante partícipe de un grupo de periodistas y escritores, denominado el Grupo de Barranquilla, el cual supuso una fuente de inspiración en su trayectoria literaria de la mano de la lectura de escritores como Faulkner. Poco a poco se iba haciendo un hueco en el panorama periodístico colombiano, así, escribió para el diario “El Espectador”, “Relato de un náufrago,” una colección de catorce crónicas donde se narraba el naufragio de un barco militar colombiano y en las que se contradecía la versión oficial. Siendo ésta una de las primeras polémicas de su vida como escritor a las que seguirían algunas más.

Tras la victoria de la Revolución Cubana, viajó a La Habana donde realizó su labor en la agencia de prensa cubana, “Prensa Latina”, y trabó amistad con el Che Guevara. Su creación periodística siguió aumentando y en 1994 instituyó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) cuyo fin es ayudar a periodistas jóvenes y fomentar novedosas formas de hacer Periodismo. Una profesión que le apasionaba y cuya ética intentaba mantener, teniendo claros unos principios que le acompañarían durante toda su trayectoria. Un estilo periodístico que muchas veces fundió con el literario, y viceversa, porque los artículos de García Márquez tienen una gran riqueza para la Literatura.  «El Periodismo me ha ayudado a establecer un estrecho contacto con la vida y me ha enseñado a escribir. La obra creativa, de fantasía, ha dado valor literario a mis trabajos como periodista», declaró el escritor en los años setenta.

A medio camino entre Periodismo y Literatura está “Crónica de un muerte anunciada”. Con esta historia, García Márquez consigue agradar al lector, a pesar de que el final aparezca destripado en la primera línea. Se trata de un relato narrado a través de una mirada minuciosa y detallada de los hechos encadenados que ocurren ese trágico día. Asimismo, la obra cumbre de su trayectoria literaria es “Cien años de soledad”, donde se relata la vida de la familia Buendía durante varias generaciones marcadas por la soledad y los vaivenes de la propia existencia. En ella, el realismo mágico brinda al lector todo su esplendor para conseguir dibujar imágenes con palabras, explorar los sentidos en un grafismo literario que se sumerge sin anestesia en los olores y los sabores de la más profunda cultura hispanoamericana.

Su creación literaria nos deja muchos más títulos que se deben destacar como “El amor en los tiempos del cólera”, “El coronel no tiene quien le escriba”,  “Memoria de mis putas tristes” o su último libro, “Yo no vengo a decir un discurso”. Además, es el creador de una gran cantidad de relatos cortos, pero de gran calidad, como “La profecía autocumplida” o “La marioneta de trapo”. En este último escribe: “Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero, en definitiva, pensaría todo lo que digo”.

En 1982, recibió el Premio Nobel de Literatura por su trayectoria en este ámbito, tras el cual no aceptó que le dieran más galardones, ya que había obtenido la más alta condecoración y quería dejarlos para el resto de escritores. Este reconocimiento que no hizo sino aumentar el prestigio de un escritor cuya calidad se lee sola en sus obras. Si para muchos Pablo Neruda es “el gran poeta”, para otros tantos García Márquez es y será “el  gran escritor”.

“Un hombre parecido a su obra: sólido, sonriente, silencioso…, dueño de un desierto de silencio como solo las selvas tropicales pueden crear”, así le describía el ex presidente de la República Francesa en sus memorias. Y es que Gabo, como le solían llamar, sentía adoración por las letras, así como “una indulgencia inteligente para todos sus semejantes y un sentido de vigilante servicio a la amistad”, según escribía el ya fallecido novelista Álvaro Mutis. En muchos de sus artículos, se aprecian los firmes ideales políticos de este escritor, muy amigo de Fidel Castro, que consideraba que el socialismo era un sistema de progreso, libertad e igualdad relativa, así como una buena opción para América Latina.

Una de las mayores polémicas que rodearon a García Márquez fue el sonado puñetazo que le propinó Vargas Llosa en México en 1976. Aún hoy, se desconocen las causas de éste, ambos decidieron guardar silencio, aunque algunas fuentes apuntan a que se propició debido a diferencias ideológicas. El escritor peruano recibió la noticia de su fallecimiento en un hotel de Ayacucho, debido a la tirante situación que habían sostenido durante casi cuarenta años sus declaraciones eran muy esperadas“Ha muerto un gran escritor cuyas obras dieron gran difusión y prestigio a la literatura de nuestra lengua, sus novelas le sobrevirarán y le seguirán ganando lectores” y añadiendo su pésame a la familia, el autor de “La ciudad y los perros” se marchó sin decir nada más.

Un cáncer linfático que padecía desde hace varios años y que se había extendido por varios órganos ha dejado a la literatura y al periodismo sin uno de sus pilares fundamentales. A las dos de la tarde, hora mexicana, Gabo respiraba su último aliento. Un Jueves de Semana Santa como lo hiciera uno de los personajes de su novela cumbre, Úrsula Iguarán. Atrás dejaba una maravillosa composición literaria, que culminará de forma póstuma con «En agosto nos vemos», y una inspiración muy potente para muchos de los escritores que han venido y vendrán después. A pesar del fallecimiento de su cuerpo, se trata de una de esas personas que seguirán vivas tras cruzar la línea de lo desconocido. Sus maravillosas historias, sus aromas y sensaciones se mantendrán en la piel y en el alma de cada uno de sus lectores. Así, muchos años después frente a alguno de sus libros alguien recordará a este gran escritor, y se preguntará si el mundo tendrá una segunda oportunidad sobre la tierra. 

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