“La Historia es nuestra y la hacen los pueblos”
Salvador Allende falleció en el Palacio de la Moneda de Santiago de Chile tal día como hoy, 11 de septiembre, del año 1973 durante el golpe de Estado perpetrado por el general Augusto Pinochet para hacerse con el poder. Con él fallecía un defensor del socialismo democrático convencido, que con más o menos fortuna, intentó luchar por la justicia, la igualdad social y la prosperidad del pueblo chileno. Las causas de la muerte del presidente socialista durante varios años fueron objeto de diversas hipótesis, sin embargo, parece ser que finalmente Allende se suicidó. Después de este asalto al poder, se impuso una cruenta dictadura militar protagonizada por las desapariciones y los asesinatos masivos, algunos de ellos en estadios de fútbol.
Salvador Allende nació en Valparaíso, Chile, el 26 de junio de 1908. En el contexto social de esos años, la clase obrera intentaba tomar protagonismo en la vida del país. El comienzo de la lucha social del futuro presidente chileno empezó cuando éste estudiaba Medicina en Santiago de Chile y se unió a las movilizaciones del entonces dictador Carlos Ibáñez del Campo, por lo que fue arrestado y expulsado de la universidad de forma temporal. Sin embargo, su implicación estudiantil no cesó y fue presidente del Centro de Alumnos de la Escuela de Medicina y vicepresidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. En esta etapa universitaria, se nutrió de las principales lecturas del marxismo, obteniendo una visión distanciada del estalinismo.
En 1933, Allende fue uno de los fundadores del Partido Socialista (PSCh), llegando a ser uno de los principales dirigentes, ostentando todos los cargos de éste, desde jefe de núcleo hasta presidente. Con 29 años fue diputado y lideró en su ciudad natal la campaña de Pedro Aguirre Cerda, candidato por el Frente Popular, que se alzó con la victoria en las elecciones de 1938. Durante esta legislatura, Allende fue ministro de Salubridad y apoyó varios proyectos para mejorar las difíciles condiciones de vida de los sectores mayoritarios del país.
A mediados de la década siguiente, Allende consiguió un escaño en el Senado en las provincias australes, tradicionalmente conservadoras. Éste se alzó como un logro importante para su imagen política a nivel nacional desde la que defendió que los fundamentos socialistas estaban envueltos en un contundente humanismo y unidos a los derechos humanos y a las libertades ciudadanas. Por ello, se opuso abiertamente al método de la Unión Soviética estalinista, ya que limitaba derechos humanos fundamentales, así como la libertad del individuo.
El político chileno se presentó a las elecciones presidenciales de 1952 con el respaldo de una minoría socialista y del Partido Comunista, en una unión llamada Frente del Pueblo. En aquel momento la mayoría de los miembros del sector socialista apoyaba a Carlos Ibáñez del Campo con la esperanza de conseguir un acercamiento hacia el populismo que ya ostentaba Juan Domingo Perón en Argentina. A pesar de que Allende se alzó como la fuerza política menos votada, su figura supuso una guía para la unidad de la izquierda, por la que se creó el Frente de Acción Popular y se unificó el socialismo.
Allende y sus propuestas en torno a reformas sustanciales en Chile se alzaron con fuerza en las elecciones de 1963 y se quedó a las puertas de obtener la presidencia. Sin embargo, este acercamiento al poder fue visto con recelo desde Estados Unidos que en plena Guerra Fría no le convenía el triunfo del socialista. En 1970 tras sortear las estrategias del país norteamericano y derrotar a la derecha, Allende se alzó con el poder gracias a un acuerdo con el Partido Demócrata Cristiano (PDC). Era la primera vez que un candidato socialista alcanzaba el poder en unas elecciones democráticas.
El nuevo presidente puso en marcha su proyecto político en el que se encontraba la nacionalización de la banca y de varias industrias como la textil o la siderúrgica, una decisión que no gustó entre las clases altas del país, por lo que el PDC intentó paralizarlo. Este aspecto de la economía nacional supuso un continuo enfrentamiento de intereses en la coalición que Allende intentó atajar a través de un acuerdo que nunca llegó a culminar. Durante los mil días que duró este Gobierno, se erradicó el latifundio y se consiguió liberar a los campesinos que, como no podía ser de otra forma, adquirieron la condición de ciudadanos. Además, se nacionalizó uno de los sectores más importantes de la economía chilena, la minería del cobre, en julio de 1971. Con ello, disminuyeron las indemnizaciones con las que se dotaban a las grandes empresas estadounidenses, potenciando la animadversión que el país norteamericano presentaba hacia el gobierno de Allende por razones políticas e ideológicas. Sin embargo, ya durante el año anterior, se alentaba desde Washington un intento de golpe de Estado.
Un año después de que Unidad Popular llegase al poder, las elecciones municipales dieron la victoria a la izquierda, que ayudó a potenciar las propuestas para llegar a una “vía chilena al socialismo” basada en el respeto a fundamentos democráticos, los derechos humanos y el pluralismo político en el contexto de una sociedad socialista. Allende siempre defendió el socialismo sin recurrir a la violencia para conseguir los objetivos.
El PDC, a pesar de los intentos incansables de Allende por conseguir acuerdos en diversos ámbitos, se fue posicionando poco a poco hacia la derecha hasta llegar a apoyar un golpe de Estado. Asimismo, entre la propia izquierda comenzaron a apreciarse fisuras que no hicieron sino desestabilizar la situación política del país. Sin embargo, el pueblo chileno se movilizó para expresar su apoyo al Gobierno y palió estas diferencias durante algún tiempo. El presidente incluyó en su gabinete a tres oficiales de las Fuerzas Armadas, poniendo en evidencia la división del país entre capitalismo y socialismo.
A comienzos de 1973, Allende consiguió ser el presidente con mayor apoyo popular en sus dos años y medio de gobierno, a pesar de la crisis económica de la que era víctima el país. La oposición no pudo destituirle de forma legal gracias a sus buenos resultados en las urnas, por lo que el 29 de junio de ese año se produjo un primer intento de golpe de Estado que resultó fallido. Ni siquiera entonces, el mandatario chileno abrazó la violencia y rechazó las voces que solicitaban esta práctica, defendiendo si fuera necesario una consulta para eximir el enfrentamiento político y manteniéndose firme a la hora de apoyar los cambios en un contexto de libertad, democracia y pluralismo.
En agosto de ese año, Allende designó como jefe del Ejército a Augusto Pinochet. Posteriormente, éste apoyaría y encabezaría el golpe de Estado del 11 de septiembre, después de que el presidente le declarase sus intenciones de convocar una consulta popular para atajar el enfrentamiento que dividía al país. Durante este asalto mortal a la democracia de Chile, Salvador Allende transmitió a través de Radio Magallanes un último discurso impecable y emotivo digno de las mejores piezas de retórica, en el que defiendió a la población chilena, como se puede apreciar en una de las frases: “La Historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Tras ello, según las últimas investigaciones, el presidente se suicidó sin entregar el poder a ningún violador de la voluntad del pueblo y de la libertad.
Diecisiete años duró la dictadura de Augusto Pinochet, un periodo en el que Chile estuvo dominado por el terror, las continuas persecuciones, desapariciones, torturas y asesinatos. Entre las víctimas de estas matanzas, se encontraba el cantautor Víctor Jara quien, tras ser torturado, fue ejecutado en el antiguo Estadio Chile, un espacio que una vez se retomó la democracia tomó el nombre del autor de “Te recuerdo Amanda”.
El 11 de septiembre de 1973 falleció uno de los grandes defensores de la democracia, el pluralismo, las libertades y los derechos humanos, apoyando sus ideales más allá de los partidos o las ideologías políticas tradicionales. Se posicionó a favor de la Segunda República española, de la lucha contra de las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, apoyó la Revolución Cubana y se mostró en contra de la invasión de Hungría por parte de la Unión Soviética y criticó el derribo de la Primavera de Praga. Se trataba de una persona concienciada con los problemas sociales, que velaba por los más desfavorecidos tanto dentro como fuera de sus fronteras, durante un discurso en la Asamblea General de la Naciones Unidas en diciembre de 1972 apoyó la independencia económica del Tercer Mundo y el empleo de la riqueza de estos países para su propio desarrollo. Uno de los aspectos más destacables de Salvador Allende fue su deseo de conseguir sus objetivos sin utilizar la violencia, a través de la vía pacífica, demostrando que con la buena voluntad de las partes se podría conseguir. Sin embargo parece ser que esto sigue siendo a día de hoy una utopía siempre que haya intereses de por medio.
Periodista especializada en comunicación, cultura y gastronomía.