El amor hasta las últimas consecuencias
La IV Edición del Ciclo de Teatro Rioplatense en la sala El Umbral de Primavera sigue acercando al público español el teatro argentino. Si en febrero pudimos asistir a “Severino”, que contaba la historia de un anarquista italiano que emigró a Argentina y combatió al sistema mediante la poesía y el sabotaje, en esta ocasión el espectador puede acercarse a otra historia igual de interesante y no muy conocida: “¡Ay, Camila!”. Esta pieza teatral, dirigida por Pablo Razuk, interpretada por Victoria Di Pace y escrita por Cristina Escofet, es la historia de una joven de familia adinerada de origen francés y radicada en Argentina. Con 20 años, decide dejar su vida y las comodidades que ésta le otorga para refugiarse en el amor de Uladislao, el cura de la familia, lejos de una sociedad que podía condenar a muerte su amor.
El Umbral de Primavera, ubicado en la calle Primavera 11 de Lavapiés (Madrid), acoge la función “¡Ay, Camila!” de Cristina Escofet que se concibe como un auténtico manifiesto acerca de la lucha de las mujeres en el siglo XX a través de la historia de Camila, una joven de la alta sociedad argentina que se enfrentó a los poderes de turno por el amor de un cura.
Corría diciembre de 1847 cuando Camila O’Gorman, de 19 años, y Uladislao Gutiérrez, de 24, deciden huir de Buenos Aires. Aunque los hechos no están del todo claros, iban a ser padres, pero a ella el embarazo le hubiera costado ir a la cárcel y a él, la ejecución. Así pues, la pareja escapó a caballo de la ciudad en la madrugada y se instaló al norte de Argentina, bajo las identidades de Valentina San y Máximo Brandier.
La pareja había abandonado las comodidades que les ofrecía su clase social, pero también quedaba atrás una sociedad injusta y un padre opresor, que no aguantaba la libertad de las mujeres y que había desterrado a la abuela de sus hijos. En el corto periodo de tiempo que vivieron juntos, se ganaron la vida como profesores. Allí, su amor dejó de ser clandestino.
Mientras tanto, el dictador Juan Manuel de Rosas montó en cólera porque la pareja había puesto en entredicho su papel como el guardián de la moral. Además, el padre de Camila, Anthony, tildó la fuga de atroz. El capellán de los católicos irlandeses exigió que se les castigara de manera ejemplar. Por si fuera poco, la oposición en el exilio echó más leña al fuego y centró las críticas en Rosas ya que su pasividad había permitido que una joven se fugara con un cura. La espantada de la pareja se había convertido en una cuestión de Estado.
A pesar de las apariencias que Camila y Uladislao adoptaron, fueron reconocidos y llevados a las autoridades. En Buenos Aires, pasaron un tiempo en prisión, pero ambos fueron fusilados. En el caso de Camila, estaba en el octavo mes de embarazo.
En “¡Ay, Camila!” Victoria Di Pace ejecuta un gran trabajo artístico: canta, baila, y pone voz a esta tragedia con ligeros tintes shakespearianos: no hay dos familias enfrentadas a muerte, pero sí una sociedad que pedía la cabeza de la pareja que se había enamorado en la clandestinidad y que había tomado la decisión de escapar. Pero la forma en la que acaban sus días bien puede parecer un suicidio. “Camila fue una joven fuerte, que iba hasta el fondo por lo que amaba. Le dieron la opción de arrepentirse cuando sabía que la iban a asesinar y se ratificó en su amor por Uladislao”, me explica Di Pace.
Cuando le preguntamos a la actriz por el motivo que la empujó a hacer este papel, nos cuenta que “elegí este texto porque me interesaba la libertad de ser, de ser mujer. Tiene que ver con la libertad de ser libre, ser madre, ser sexual, de poder cumplir todos los roles sin necesidad de matar otros. Y para mí era importante que todas estas identidades que tenemos los hombres y las mujeres puedan convivir juntas”. Y añade: “después de interpretarla siento mucha fuerza. La historia de Camila me enseña a tener la valentía de luchar por lo que amo y de ir hasta el fondo en lo que quiero”.
Como se puede apreciar a través del testimonio de Victoria Di Pace, “¡Ay, Camila!, título programado en el citado espacio escénico los cuatro sábados de abril, además del 4, 11 y 18 de mayo a las 22:30 horas, es de esas historias imprescindibles en las que resulta mejor dejarse llevar para que la protagonista nos pellizque el corazón y no tengamos más remedio que contener la emoción hasta el final de la función.
Periodista y desarrollador web