Un canto a la vida que duele tanto como enternece
Las obras de teatro se disfrutan más sin expectativas de por medio. Sin embargo, confieso que con “Una historia de amor”, representada en la Sala Verde de los Teatros del Canal hasta el 19 de diciembre, el boca-oreja me ha jugado en contra. La función me ha gustado, pero quizás me esperaba algo distinto. Menos profundo y más orientado a la comedia romántica para hacer honor al título. Sin embargo, y aunque hay diálogos muy divertidos y cómplices entre los personajes que sirven para desengrasar la complejidad de este texto de Alexis Michalik, en escena barrunta un drama. Sobre las tablas se ahonda en las rupturas difíciles y en las relaciones afectivas que dejan huella, ofreciendo una pieza sincera y contundente que hurga en el sentimiento más universal de todos.
“Una historia de amor” pone el foco en el romance entre Katia (Loreto Mauleón) e Inés (Aura Garrido y Silma López en alternancia) quien es una mujer a priori heterosexual que decide dejarse llevar hasta el punto de acabar enamorada de la persona y no del género. La relación se presenta como un cuento de hadas que marcha viento en popa hasta que ambas deciden embarcarse en la maternidad mediante inseminación artificial. La primera se queda embarazada, pero durante la gestación su compañera de vida desaparece y, hasta doce años después, no se reencuentra con ella. Un encuentro que se produce en un contexto muy dramático dado que la protagonista sufre un cáncer terminal y le acaban de comunicar que le queda poco tiempo de vida.
Paralela a esta historia que se apoya en el vídeo de Mathias Delfau, se cuenta otra poco convencional protagonizada por William (Félix Gómez y Nacho López en alternancia) que por instantes consigue eclipsar a la principal. A este cínico escritor la casa se le cae encima tras la trágica muerte de su mujer embarazada en un accidente. Pero su vida se derrumba aún más cuando descubre que su hermana Katia, a la que no ve desde hace varios años, está enferma y debe convertirse en el tutor de su hija ante la inminente muerte. Y es en este punto cuando este novelista alcohólico y deprimido nos ofrece un amor distinto, en este caso, entre un tío y una sobrina.
Desde el arranque, la obra refleja el alcance del primer amor, demostrando que por mucho que pasen los años el recuerdo permanece imborrable. Pero a la vez la función pone de relieve cómo las vivencias pasadas, sobre todo durante la infancia, a cualquiera nos marcan muchísimo hasta el punto de condicionar nuestras relaciones futuras. Por ejemplo, a Katia desde joven le atemorizaba que su vida fuese corta como, de hecho, acaba sucediendo.
Si algo me ha gustado de “Una historia de amor” es que entre el reparto hay una actriz menor de edad. Aunque pueda parecer un hándicap, en realidad aporta frescura al guion y llama la atención del público porque no es algo tan habitual en el teatro. Recuerdo que tuvo la misma sensación hace años viendo la obra “Annie Jr.” Es más, considero que Sol (Alba Bersabé, Teresa Cordero, Alicia Chojnowski y Berta Sánchez en alternancia) es el personaje que más transmite. O sea, es el más luminoso, el que aporta ternura a la trama con su bondad e inocencia de serie.
Aunque me imaginaba que Aura Garrido y Loreto Mauleón centrarían mi atención por el simple hecho de que sigo de cerca sus carreras televisivas (la primera ha sido mi debilidad en “El Ministerio del Tiempo” y la segunda me impactó con su actuación en “Patria”), lo cierto es que Almudena Cid es la que da la campanada. Pese a que no encarna a ninguna de las protagonistas se mete con gracia en la piel de distintos personajes, entre ellos el de Clara, la mujer fallecida de William, reflejando su capacidad de cambio de registro. Si bien no se trata de la primera vez de la exgimnasta rítmica sobre las tablas ni delante de los focos (ha formado parte del elenco de varias series, como por ejemplo la tira diaria de “El secreto de Puente Viejo”), la verdad es que impacta su transformación mediática. Ha pasado de participar en cuatro Juegos Olímpicos a labrarse una trayectoria interpretativa única.
Si tengo que señalar algún aspecto negativo de “Una historia de amor” ese es que para mí no tiene demasiado sentido que los protagonistas canten al inicio de la función la canción “Y por tanto” de Charles Aznavour. Al término de la representación sí que pega más la unión de voces porque nos envuelve y permite que nos sacudamos con música esta obra melancólica y de tintes dramáticos. Otra objeción para mí es la forma tan acelerada de jugar con la escenografía de Juliette Azzopardi. Aunque entiendo que es por cuestiones de agilizar el ritmo de la función, los cambios de escenarios y vestuario a la vista me resultan un tanto bruscos y algunos hasta incoherentes, dado que los personajes tan pronto nos invitan a recurrir a la imaginación haciendo el gesto de abrir una puerta que no existe o conducir un coche simulando un volante como se olvidan de dónde está la salida marcada de una habitación de hospital.
Pese a estos apuntes, os recomiendo “Una historia de amor” porque es tan cruda como emotiva y, además, porque es la primera vez que el prodigio del teatro francés Alexis Michalik estrena una función con su sello en España. Yo que vosotros no me perdía esta singular y conmovedora travesía del apodado por la prensa como el «niño maravilla» que, todo sea dicho, por este trabajo recibió el premio Molière al mejor director de teatro privado en 2020.
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