Cuando la manipulación y la falta de ética destrozan todo lo que tocan
He acudido al teatro Infanta Isabel (calle Barquillo, 24) a ver “Una cuestión de formas” sin saber mucho más de ella que la protagoniza Esther Acebo a la que muchos conoceréis por su protagónico papel en la famosa serie “La casa de papel. Últimamente me gusta asistir a las funciones sin conocer siquiera las sinopsis para que me sorprendan a lo largo de la representación, conforme la trama se va desarrollando y lo cierto es que esta obra ha conseguido hacerlo. La historia nos presenta a Adam, un muchacho sencillo que un buen día conoce a una chica llamada Evelyn con carácter y una personalidad intensa que se fija en él contra todo pronóstico. Podréis disfrutar de este título de miércoles a domingo hasta el próximo domingo 5 de mayo.
El primer encuentro fortuito entre Adam (interpretado por Bernabé Fernández a quien recordaréis de la reconocida serie de “El barco”), y Evelyn (encarnada por la citada Esther Acebo) tiene lugar en el museo donde éste trabaja como vigilante de sala y ella acude como estudiante de arte. De primeras ya se observa que el personaje de Evelyn tiene una fuerza arrolladora que contrasta con la simplicidad de Adam, quien trasmite ser bastante manipulable. La enigmática Evelyn no desvelará demasiado sobre su vida por lo que el espectador, junto con Adam, debe ir averiguando pequeños detalles para desengranar lo que verdaderamente esconde. Su vestimenta, muy bien cuidada y elegida con colores mayoritariamente en rojo y negro, nos darán pistas que reforzarán su misterioso aire y una forma de ser alocada.
Y es que hay que resaltar el mérito del vestuario dentro de “Una cuestión de formas” porque precisamente también será una pieza fundamental en la transformación que Adam va a experimentar conforme su relación con Evelyn avanza. La otra pareja de amigos de Adam que completa la obra nos va a trasmitir igualmente distintas sensaciones con sus estilismos, siendo el del personaje interpretado por Lluvia Rojo (conocida por su papel en “Cuéntame”) más aniñado y dulce vistiendo de rosa y el de su novio, al que encarna el actor Chema Coloma, más pasota y vulgar, representando al típico cani de pueblo.
Por el contrario, quizá uno de los puntos débiles de “Una cuestión de formas” sea el atrezo y el uso de un decorado tan minimalista que en ocasiones llega a parecer algo escaso. Sí es cierto que con el poco mobiliario que usan solventan casi cualquier posible escenario que van requiriendo las distintas escenas, pero me trasmite la sensación de que con algún que otro recurso más habría funcionado todo mejor. Mención aparte es el juego de luces que utilizan en una ocasión para recrear un bosque donde demuestran que a veces con poco se puede conseguir mucho si se trata de un exterior, pero en los interiores podrían haber planteado mejores soluciones.
Debo decir en cuanto al guion de “Una cuestión de formas” que de primeras engaña al espectador haciéndonos creer que asistimos a una historia convencional sin más. A la típica comedia romántica americana que todos hemos visto hasta la saciedad. Pero conforme la trama se va desarrollando nos deja entrever que hay algo más allá que hará ganar al relato un peso y una profundidad aparentemente ausentes. Os invito a que, como yo, os dejéis llevar por las apariencias para que después el giro final os pille desprevenidos y os sorprenda todo lo posible como a mí me ha pasado. Confieso que no lo he visto venir, aunque todas las pistas están ahí, al alcance de cualquiera.
Desde luego, más allá de un buen texto construido disfrazado de una falsa banalidad, gran parte del éxito de “Una cuestión de formas” radica en las interpretaciones de sus actores con Ester Acebo y Bernabé Fernández a la cabeza. La evolución de él a lo largo de toda la obra (quizá un poco exagerado al principio, más natural y acertado después) y, sobre todo, la actitud enigmática, pícara y fría de ella, consiguiendo a un personaje prácticamente bipolar según el momento, hacen las delicias de esta historia que se mete al espectador en el bolsillo. De manera sutil y sin entrar en escenas crueles, con un toque de humor que sobrevuela la trama, la obra aborda temas tan delicados como la manipulación, la ética o la ausencia de ésta, la toxicidad en una relación y afirma esa conocida expresión de dudosa veracidad de que el fin justica los medios.
Lo más curioso de todo es que “Una cuestión de formas” fue escrita en el año 2001 por Neil Labute y, hoy en día, los temas que toca siguen tan vigentes como por aquel entonces por lo que puede que aun no hayamos cambiado tanto socialmente como creemos. Además de pasar un rato muy ameno y entretenido, ya que os aseguro que las casi dos horas que dura la función se os pasarán volando, creo que es una historia de la que se puede sacar un par de moralejas interesantes como la de no cambiar nunca nuestra forma de ser por nadie. Porque al final lo único que nos queda es ser fiel a nosotros mismos y a nuestros principios y hasta aquí puedo leer. Para terminar de desentrañar esta curiosa función os espera en el teatro Infanta Isabel a todas aquellos que busquéis una obra de calidad. Y ¡recordad no olvidaros vuestra ética en casa!
Periodista multidisciplinar dedicada a contar historias con precisión y compromiso en el mundo del periodismo contemporáneo.