Una farsa brillante
“La importancia de llamarse Ernesto” surgió de la pluma del escritor irlandés Oscar Wilde en 1895 y se estrenó por primera vez en el St. James Theatre de Londres el 14 de febrero de aquel año. Casi un siglo y medio después, la última adaptación que se ha hecho de este título, que puede disfrutarse en el madrileño Teatro Pavón hasta el 30 de junio, sigue catapultando al dramaturgo a la cima del mundo literario por su acidez para tratar las costumbres de la sociedad en la época victoriana. Esta versión destaca por la magistral actuación de Silvia Marsó, Pablo Rivero, Júlia Molins, Ferran Vilajosana, Paula Jornet, Albert Triola y Gemma Brió y por la propia trama que sigue de absoluta actualidad con su inteligente crítica a la hipocresía de una sociedad cada vez más conservadora.
En España, “La importancia de llamarse Ernesto” se estrenó el 3 de octubre de 1919 en primer lugar en el Teatro de la Princesa de Madrid (actual Teatro María Guerrero). Allá por 1953 se repuso en el Teatro Alcázar. Igualmente hay una versión de Luis Antonio de Villena escenificada en 1995 y otra de Eduardo Galán representada en 2007. De todas formas, quizás os suene más la versión realizada por Ramón Paso en 2019. Tras esta puesta en escena en el Teatro Lara de Madrid, en 2023 se vuelve a recuperar esta comedia en el Teatro Español hasta su reciente llegada al Teatro Pavón.
La función comienza sin dilación respetando el texto original y su crítica mordaz sobre las falsas apariencias. Esta incisiva visión que imprime David Selvas en el laberíntico enredo romántico a través de la ironía y el humor inteligente es precisamente lo que más capta mi atención más allá de la propia trama que ya de por sí tiene mucha enjundia. Y es que tanto Gwendolen como Cecily están enamoradas de Ernesto. El problema es que parece que Ernesto no existe como tal, sino que es Jack el que bebe los vientos por Gwendolen mientras Algernon está embelesado de Cecily.
Si bien el montaje no olvida la esencia de Wilde quien, como curiosidad, usó nombres de pueblos costeros para nombrar a los protagonistas (sin ir más lejos, el apellido Worthing hace referencia a la ciudad donde residía el poeta cuando escribió la obra), son los intérpretes los que hacen suyos a estos sugerentes personajes. Bajo mi criterio, Silvia Marsó es la que más se come el escenario. Sé que el papel se presta a ello, pero no deja de sorprenderme su talento sobre las tablas. Algo parecido me ha ocurrido con Pablo Rivero, otro de los rostros más conocidos del cartel, que está en estado de gracia y no se ha encasillado en Toni Alcántara tras el final de la serie “Cuéntame cómo pasó”. Para mi gusto, eso sí, grita en exceso en los momentos más críticos y los enfados quedan un tanto forzados. También me ha agradado especialmente ver en escena a Júlia Molins con la que tanto me he divertido en la serie “Valeria” de Netflix. Mención especial para Paula Jornet por contribuir a que esta obra tenga aires de musical. De hecho, de algún modo, he percibido cierta influencia de “La ciudad de las estrellas (La La Land)” con las coreografías.
En cuanto al vestuario está muy bien estudiado y correctamente elegido el color que luce cada personaje para que se pueda asociar e identificar fácilmente a cada protagonista. Respecto a la puesta en escena de esta obra que, todo sea dicho, se estrenó en versión catalana en 2018, está muy cuidada y, de hecho, los elementos no se ubican intencionadamente en una fecha concreta precisamente por la atemporalidad de la historia. Así que no os dejéis engañar por la indumentaria que viste Lady Bracknell, porque si os fijáis con detalle la chica más joven está estudiando alemán con unos cascos.
“La importancia de llamarse Ernesto” lleva buen ritmo en su duración de 105 minutos, tanto es así que me ha resultado muy ingenioso cómo, para evitar el corte brusco, durante el cambio de escenario a la casa de campo lo realizan los propios actores y actrices al son de una canción. Es un viejo truco de teatro, pero no deja de sorprenderme que el elenco esté tan coordinado para trasladar cada planta a un punto determinado y estratégico del escenario. Quería reseñar por último que es una versión para todos los públicos y que este juego de identidades es un gancho perfecto hasta que se resuelve en el desenlace. ¿A qué esperáis para dejaros conquistar por esta comedia de enredo tan simpática?
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