Crítica: obra “Buena gente“

La fuerza del cariño

El Teatro Rialto acoge desde el pasado 11 de febrero la obra “Buena gente”, una comedia amarga con tintes muy reales. Se trata de una reflexión sobre la vida, las circunstancias y el camino que lleva a los protagonistas a ser lo que son. La trama versa en torno a una madre que debe sacar adelante a su hija discapacitada, a pesar de las trabas que va encontrando en su lucha por lograr una estabilidad, tanto personal como profesional, que no termina de llegar. David Serrano es el encargado de dirigir esta versión cuyo texto original cosechó un gran éxito en Broadway y consiguió el Premio Tony 2011. Esta representación hará reír y llorar a los espectadores a partes iguales, y se verán reflejados en algunas de las situaciones. Como ya ocurría en la película de Shirley MacLaine que titula esta crítica, el cariño es un arma muy potente para superar las adversidades.

“Buena gente” es la historia de gente corriente. Cualquiera de las personas que se siente en las butacas del Teatro Rialto se podrá ver identificado. Todos fracasamos, sentimos ciertas situaciones como injustas y nos arrepentimos de errores del pasado. Margarita tiene una hija discapacitada y necesita ciertas atenciones que muchas veces la obligan a  no atender como quisiera su responsabilidad profesional. Esta situación hace que busque ayuda en sus amigas más cercanas y en un amor de juventud al que todo parece irle muy bien. Todo lo contrario que a ella. Este es el argumento de esta representación que cuenta con un gran fondo humano.

¿La suerte influye en nuestra vida? O, por el contrario, como decía Einstein, ¿todos somos arquitectos de nuestro propio destino? Estas preguntas surgen durante la más de hora y media de representación. La respuesta es difusa y cada persona la valorará en función de sus circunstancias. Sin embargo, sí hay una premisa que está clara, ser buena persona ayuda, aunque sea a sentirnos bien con nosotros mismos. Incluso, a pesar de que ese carácter afable quizás sea el culpable de los males que se padecen.

El reparto está compuesto por cinco actores. Verónica Forqué regresa a los escenarios con un papel cercano y enternecedor. La interpretación de la actriz hace que su personaje llegue al corazón y que sus errores y aciertos sean comprensibles por el público. Este rol tan ingenuo y bondadoso quizás recuerda en algunos momentos a la Chusa de “Bajarse al moro” que esta intérprete ya llevó a la gran pantalla hace más de veinte años. El encargado de darle la réplica es el actor Juan Fernández, que representa de forma muy creíble y potente a un triunfador cuya vida está perfectamente construida y equilibrada.

El elenco lo completan Pilar Castro, que cambia tan magistralmente de registro en los dos papeles que interpreta que al espectador le cuesta apreciar que se trata de la misma actriz; Susi Sánchez con un personaje de a pie, muy real, que consigue que la mente nos lleve a pensar en alguien que conocemos con unas características similares; y Diego Paris, cuyo personaje tiene un gran fondo a pesar de las circunstancias que le rodean y que transmitirá sentimientos encontrados en el público.

“Buena gente” hace reflexionar sobre la vida y sobre las situaciones que a veces provocamos o a las que nos vemos arrastrados sin poder evitarlo. Sin embargo, también denota positividad y la motivación de poner al mal tiempo buena cara. Esta representación está cargada de humor en situaciones banales, pero en un marco trágico. Esta combinación es difícil de mantener de forma equilibrada, pero la gran dirección de David Serrano y la intachable interpretación de los actores consiguen que esta obra sea un retrato de la vida. Llena de alegrías y penas.

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