¿Algún páncreas en la sala?
Patxo Telleria tuvo la genial idea de escribir “Páncreas”, una pieza que recibió el galardón a Mejor Creación Dramática de la Temporada 2015 en la última edición de los Premios Ercilla. Se trata de una tragicomedia contemporánea en verso dirigida por Juan Carlos Rubio que puede disfrutarse en el madrileño Teatro Amaya. Una representación para despertar al espectador del letargo teatral donde la vida y la muerte juegan un papel casi tan importante como el de la suerte. Sobre las tablas de esta visceral historia se encuentran los actores José Pedro Carrión, Fernando Cayo y Alfonso Lara que nos recuerdan cuán necesario es el páncreas a nivel vital y personal, sobre todo cuando un amistad está entre las cuerdas. ¿Os adentráis conmigo en el interior del ser humano?
Antes de empezar la representación el público recibe un programa de mano poco convencional. Se trata de un bombín que se despliega ante los ojos de los futuros espectadores para presentar el show teatral de una manera muy visual. Es una buena estrategia de marketing, a estas alturas hay que cuidar todos los detalles para atraer a los presentes al teatro porque cada vez la oferta escénica es más amplia y hay que saber marcar la diferencia.
Con un título corto, fácil de recordar, y también de asociar, entramos en un juego próximo al teatro del absurdo que nos acerca a las vivencias disparatadas de tres amigos, César, Raúl y Javilo, que están muy preocupados por la salud del último de ellos. No es para menos porque su vida corre peligro y necesita urgentemente un trasplante de páncreas. Sin embargo, una serie de circunstancias y enredos precipitarán los acontecimientos que se verán envueltos en un cambio de rumbo inesperado. Y es que Raúl tiene previsto suicidarse a corto plazo para evitar la vetustez. A partir de aquí se puede aplicar el mítico axioma en el que todo lo que puede suceder acaba tarde o temprano sucediendo.
Sobre las tablas tres grandes del teatro cuyo equilibrio escénico es digno de destacar, empastan a la perfección desde que se abre el telón. De un lado José Pedro Carrión que sabe hacer suyos los personajes serios, como el que le ha tocado aparentemente en esta función. Es increíble cómo sabe desarrollar en ellos el sentido del humor. De otro, Fernando Cayo, que define esta obra como uno de los grandes disfrutes de su carrera artística. Y para cerrar el trío nadie mejor que Alfonso Lara, reconocido actor de series televisivas, pero también implicado como pocos en producciones dramáticas. Sólo hace falta recordar su papel en “Emilia” de Claudio Tolcachir.
“Páncreas” es una obra sobre la soledad, la muerte, la falta de generosidad y la hipocresía social. Es una pieza de confesión y de puesta a punto de valores como la amistad y el compañerismo que se ven empañados por la aparición del miedo, del egoísmo y, por qué no decirlo, del egocentrismo que todos manejamos a nuestro antojo en determinadas circunstancias. En definitiva es un busto sobre la condición humana en su máximo esplendor para que, entre risa y risa, los espectadores reconozcan un retrato bastante preciso acerca de las bajezas y grandezas de los protagonistas que, posiblemente, podrían ser comparados con cualquiera de los presentes en la sala.
El montaje, producido por Concha Busto Producción, Centro Dramático Nacional y en colaboración con Tartean Teatroa y Fernando Cayo, es además una delicia para los oídos de los asistentes que seguramente no estén familiarizados a escuchar una historia dramática en verso, cuando siglos atrás era la forma más empleada en este género. El ritmillo que generan los enunciados transmitidos por los personajes durante toda la representación con una determinada medida no será el único soniquete que resuene en la mente de los espectadores una vez concluida la función. Y es que los protagonistas aunarán fuerzas y voces para convertir el escenario en un terreno festivo a son de “Salió de Jamaica”.
Durante los aproximados setenta y cinco minutos que dura el montaje la escenografía de José Luis Raymond se mantendrá prácticamente intacta y esto ya de por sí tiene mérito, porque se desarrolla un argumento con la misma disposición que se presenta en una primera instancia en la que se intenta captar la atención del público asombrándole con el decorado. José Manuel Guerra también ayuda a crear esta atmosfera teatral gracias a una correcta disposición del haz de luz que marca el compás de los diálogos, incluso cuando estos tienen lugar en el mismo instante, pero en diferentes espacios.
Hay motivos de sobra para embarcarse en esta aventura teatral, aunque sólo sea por descubrir más acerca del páncreas, ese desconocido órgano que está ubicado detrás del estómago y que marca el desarrollo de una trama que nos pregunta indirectamente: ¿Qué somos capaces de hacer por un ser querido? Una pregunta retórica que se resuelve con carcajadas y algún que otro pensamiento ulterior.
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