Si te vas… vete a Bélgica
La estación por excelencia para viajar se acerca. Sin embargo, son muchas las personas que aprovechan cualquier festivo o periodo vacacional para conocer otros lugares del mundo. El primer paso siempre es decidir el destino y desde aquí os emplazo a Bélgica. Se recomienda visitar en primavera u otoño ya que en verano está repleto de turistas y en invierno no se disfruta igual por el frío. Este país, situado al noroeste de Europa, concentra un número importante de organizaciones internacionales. Bruselas es el corazón de la región, una capital multilingüe y multiétnica donde se habla especialmente el neerlandés, el francés y el alemán. Es una ciudad que huele a chocolate y donde se pueden encontrar las mejores cervezas con sabores únicos.
El inicio de la visita a Bélgica se recomienda en Bruselas. El principal acceso es el aeropuerto de Bruselas-Nacional (BRU), también conocido como Zavantem. Una vez allí hay que coger el tren hacia el centro de la ciudad y, según la ubicación del alojamiento, también puede que sea necesario el metro.
La capital ofrece infinidad de atracciones turísticas y un buen punto de inicio es el Manneken Pis. Concebido como uno de los símbolos más representativos de la ciudad, aunque seguramente a más de uno le va a decepcionar la estatua de este niño orinando en una fuente por su reducido tamaño. De hecho, si no fuera por la cantidad de personas que se concentran en el cruce de las calles L’Etuve y Chene para más de uno pasaría desapercibido.
El Manneken Pis queda cerca de la Grand Place, el verdadero estandarte de Bruselas. Es uno de los puntos más concurridos que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sin duda, es una de las plazas más bonitas de Europa que durante mi visita tenía una luz especial en plena celebración del Año Nuevo chino. Un detalle: en esta plaza se sitúa una Oficina de Turismo donde podéis conseguir un mapa de la ciudad. Este es un buen momento para disfrutar de un gofre porque hay tiendas por todos los rincones.
El agradable paseo puede continuar por las Galerías Saint Hubert donde se encuentran varias bombonerías. ¿Quién no ha oído hablar del chocolate belga? Visitando estas galerías entenderéis por qué tiene tanta fama. En esta calle tan comercial, cubierta por una cúpula de cristal, también se localizan joyerías y tiendas exclusivas de moda. A pocos minutos andando se encuentra la estatua de Jeanneke Pis. Está ubicada en un callejón y protegida por unas rejas. Una versión femenina que no tiene desperdicio.
Una vez allí os daréis cuenta que los cómics son una parte esencial de la cultura belga. Así, en numerosas fachadas se pueden encontrar murales dedicados especialmente a Tintín. Bruselas también destaca por la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, de estilo gótico, cuya fachada aparece distribuida en tres niveles.
Para visitar el Barrio Europeo, que es la sede de los principales edificios de la Unión Europea, hay que bajarse en la parada de metro Schuman que está muy próxima al edificio Berlaymont, epicentro de la Comisión Europea. Continuando la ruta, se puede disfrutar de un merecido descanso en la hierba del Parque del Cincuentenario. Cruzando el arco de triunfo se puede localizar Autoworld donde se invita a recorrer la historia del automóvil con una de las mejores colecciones de coches del mundo.
El Atomium es otro de los símbolos de Bruselas que se construyó para la Feria Mundial de 1958. Está retirado del centro así que se recomienda coger el metro hasta la parada Heysel.
El encanto de Bélgica no se concentra únicamente en Bruselas. De hecho, hay ciudades mucho más atractivas a nivel turístico como Brujas y Gante. Recomiendo contratar la excursión de un día mediante Buendía Tours. Por menos de 50 euros un autocar desplaza a los turistas a estas dos joyas del país acompañados de un guía de origen español.
Adentrarse en Brujas es retroceder en el tiempo varios siglos. Es una cuidad mágica de cuento de hadas. Conocida como la Venecia del norte, está repleta de canales y edificios históricos. En este contexto, destaca especialmente Rozenhoedkaai. Un rincón perfecto para los más románticos. Cuenta la leyenda que los cisnes son representativos en los canales porque Maximiliano I, archiduque de Austria, obligó a los habitantes a mantener bien alimentados y cuidados a los cisnes. Un castigo al pueblo tras la muerte de su fiel amigo Pieter Lanchals.
La visita a Brujas podría comenzar perfectamente en el beaterio, fundado en 1245, que es ocupado por monjas benedictinas y también actúa como un centro de retiro. La ruta también tiene parada en la cervecería De Halve Maan que fabrica artesanalmente la cerveza Brugse Zot. Muy cerca se encuentra Stoofstraat que es una de las calles más estrechas de Brujas y que se ha transformado en un espacio para tiendas turísticas cuando inicialmente era el barrio rojo.
Sorprende descubrir igualmente el Hospital de San Juan, construido en el siglo XII, que además de cuidar a los enfermos, hospedada a los viajeros. El encanto de Brujas también reside en su Plaza Mayor, conocida como Grote Markt. Es el principal punto de encuentro de la ciudad. Desde aquí se puede apreciar realmente la altura de su campanario, distinguido como Belfort, y llegar fácilmente a la plaza Burg.
Me atrevería a decir que Gante tiene incluso más encanto. Pasear por su casco urbano medieval es una delicia mientras se degustan unos buenos cuberdon que son un dulce típico elaborado de almíbar que tienen una forma cónica. Hay de muchos sabores aunque el original, y más rico, es el de frambuesa.
La ciudad mantiene un ambiente mucho más joven donde resalta el Castillo de los Condes de Flandes que se erige sobre el río Lys. Aunque parezca irreal, esta fortaleza está ubicada en el casco urbano de la ciudad.
El ayuntamiento de Gante es muy curioso porque su construcción cuenta con una parte gótica y otra renacentista. La Torre del Campanario, conocida como Belfort, es inconfundible por la presencia de un detalle único: un dragón pintado en oro. En la catedral de San Bavón se encuentra la conocida pintura de los hermanos Van Eyck “Adoración del Cordero Místico”. Se trata de una pintura dividida en varios paneles donde sorprende especialmente la representación de Adán y Eva. También resalta la Iglesia de San Nicolás que fue levantada en el siglo XIII. Este es sólo un pequeño aperitivo de la concentración de monumentos e historia que se encuentra en Bélgica, un país que sorprende por su gente y su cultura. Nos vemos en el viaje.
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