Nunca es tarde para una vida digna
Acudir al centro de rescate Rainfer es, en pocas palabras, un baño de realidad. Hace algún tiempo solicité una invitación para conocer en primera persona este espacio de rehabilitación para primates y, pese a que desde la Fundación Chimpatía no me facilitaron la cobertura periodística, apuntarme a una de las visitas guiadas me ha parecido una experiencia única y necesaria. Si bien parece un lugar muy hermético lo cierto es que una vez aterrizas en la instalación ubicada en Fuente el Saz de Jarama la visión cambia por completo. Tanto yo como mi grupo de acompañantes nos hemos concienciado de la importancia de este sitio para ofrecer una segunda oportunidad a animales que han sido utilizados como mascotas en circos o la industria del espectáculo (publicidad, cine, televisión), que han sido víctimas del tráfico ilegal o abandonados por particulares.
Rainfer no es una instalación zoológica, por tanto, para conocer de cerca su valiosa labor hay que concertar una visita guiada que arranca con una precisa charla a fin de contextualizar la misión del centro. Y es que muchos primates son aislados de su grupo social en la infancia, separados de sus madres en muchas ocasiones para ser criados en cautividad por seres humanos con fines de lucro. Una circunstancia cruel que deriva en graves problemas de salud para estas criaturas, tanto en el aspecto psicológico como en las condiciones físicas, ya que son animales salvajes privados de la posibilidad de seguir un desarrollo normal en sus hábitats naturales como son los bosques y sabanas. Esta situación desemboca en diversas enfermedades como anemia, dermatitis, diabetes o raquitismo.
Rainfer se creó en 1995 y acoge a más de una centena de primates cuyas trágicas historias calan hondo al más insensible. Conocer al capuchino Brutus, que por cierto fue intervenido por el SEPRONA a un traficante ilegal, a la chimpancé Manuela o a su compañero Guillermo, quien se pasó años encerrado en una jaula donde únicamente bebía Coca-Cola, o al orangután de Bormeo Boris, que nació en cautividad en un zoo holandés, resulta cuanto menos catártico.
Aunque si hay algo que me ha gustado de este centro de rescate es que invita a que no miremos para otro lado, es más, a que denunciemos cualquier maltrato animal. A veces no somos conscientes de las barbaridades que se cometen con los simios y otras muchas especies (por ejemplo, la crueldad tras los baños con elefantes, las peleas de gallos o la explotación de vacas, cerdos u ovejas para servir a la alimentación humana), pero Rainfer subraya que siempre hay que preguntarse si detrás de una determinada práctica hay sometimiento porque entonces estamos ante un claro ejemplo de abuso. De hecho, hay un detalle muy característico del sufrimiento de los primates y es que cuando enseñan los dientes reflejan en realidad su miedo aunque nos recuerde a la sonrisa humana.
En el caso de los primates rescatados por Rainfer llama la atención que la mayoría ha sufrido malos tratos y manipulaciones desde la infancia. Evidentemente estos animales desarrollaron traumas y fobias, en muchos casos irreversibles, tras perder la posibilidad de crecer en un entorno natural entre los suyos y, por eso, este centro se encarga de ofrecerles una segunda oportunidad de desarrollarse con un grupo de su misma especie. Porque uno de los inconvenientes es que muchos están completamente humanizados y presentan problemas de adaptación con individuos similares. Para ello, este santuario cuenta con una zona con calefacciones para los meses más fríos y un terreno naturalizado que ayuda a estos animales a olvidar todo el daño que se les ha infligido. Si bien de primeras no sobrevivirían ante una vuelta al hábitat originario, que por cierto está siendo deforestado, se torna deseable que, además de disfrutar de una buena calidad de vida, puedan rehabilitarse.
Rainfer abre sus puertas cada fin de semana de 11:00 a 13:30 horas a aquellas personas que quieran aprender sobre el fascinante mundo de los primates. Se solicita mediante transferencia bancaria una donación solidaria de 12 euros para adultos y de 9 euros para niños (desde 6 hasta 13 años). Y os aseguro que es una concesión que merece la pena porque en este centro de rescate no solo vives una experiencia inolvidable que deja huella en el corazón, sino que, además, te conciencias de verdad sobre las vejaciones que sufren los animales por ser fruto de la explotación humana.
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