Crítica: musical “Los chicos del coro”

La música como fuerza transformadora

Desde el pasado 16 de noviembre se representa en el madrileño Teatro La Latina la adaptación española de la película francesa “Los chicos del coro” la cual obtuvo un gran éxito internacional en 2014. El musical, impulsado por el director de escena José Luis Sixto, conserva la esencia de aquella historia que emocionó al mundo al aunar sensibilidad y ternura sobre las tablas. Se convierte por tanto en una apuesta segura para conseguir las mismas emociones que ya nos transmitió la icónica cinta nominada a los Premios Óscar, los Premios BAFTA y ganadora de dos Premios César. Ahora bien, lo más importante es el mensaje que transmite, mostrando cómo la música puede erigirse como un puente que no solo educa, sino que también sana e invita a soñar.

Lo primero que me ha llamado la atención de “Los chicos del coro” es la escenografía que resulta elemental para generar atmósferas realistas, pero, sobre todo, para trasladarnos a los espectadores a aquella Francia de finales de los cuarenta en la que muchos menores quedaron huérfanos. Y es que, tras la Segunda Guerra Mundial, la pobreza y los conflictos sociales definieron unos años muy convulsos.

Sin embargo, la historia no se concentra en este contexto gris, pues desde los primeros compases en los que nos adentramos en el internado Fondo del Estanque impera la luminosidad con la puesta en escena de Clement Mathieu quien concibe la enseñanza a partir del diálogo y rechaza el principio “acción-reacción” del estricto Rachin como método educativo. Sin duda es el personaje más carismático y Jesús Castejón consigue dotarle de un aura muy evocador para que, en un abrir y cerrar de ojos, recordemos a nuestros propios maestros. Porque ¿quién no ha tenido un profesor que le haya inspirado? En mi caso, unos cuantos. La función, de hecho, se crece cuando este protagonista demuestra cómo la música tiene una fuerza transformadora que puede ayudar a sanar el alma y a cambiar la conducta de los estudiantes.

En este sentido, la representación se concibe como un claro homenaje a la enseñanza, a esos grandes maestros que nos marcaron el camino y que nos enseñaron con empatía y amor, pero también como un reconocimiento al poder de la música. Y es que Mathieu se salta las normas para descubrir la belleza de las composiciones a sus alumnos, mostrándoles la necesidad de este arte para su propio crecimiento personal. Al fin y al cabo, para él este puesto es mucho más que una oferta de trabajo ya que refleja su aliciente para regresar a su gran pasión a la vez que le permite sacar lo mejor de cada uno de los estudiantes y lograr que impere el compañerismo. Si bien tanto Jesús Castejón como el resto del elenco adulto, su hermano Rafa Castejón, Natalia Millán, Antonio M.M y Eva Diago, realizan unas actuaciones encomiables, lo cierto es que lo que más engancha de “Los chicos del coro” es el reparto infantil. Y no solo me refiero al talento de Iván Clemente que se mete con acierto en la piel del conflictivo Pascal Mondain.

Se nota que se ha llevado a cabo un arduo proceso para seleccionar a las mejores voces del país, pero también para escoger a los prodigiosos intérpretes quienes hacen suyo cada rincón del ficticio correccional. No deja de asombrarme cómo a tan corta edad los pequeños muestren tanta naturalidad sobre el escenario hasta el punto de que sus movimientos bailando las coreografías de Xenia Sevillano resaltan por su franqueza. Se percibe que para la mayoría actuar delante de tantos asistentes forma parte de un juego y es así como verdaderamente se lo tienen que tomar sin perder esa vitalidad e ingenuidad que tanto caracteriza a esa etapa vital.

Cabe subrayar que la experiencia de los asistentes variará según la función ya que en cada una de ellas aparecen quince niños, de entre 6 y 17 años, de un total de ochenta que forman la coral de la Escuela Los Chicos Del Coro coordinada por Rodrigo Álvarez. En otras palabras, hay siete menores que ostentan el papel de Pierre y tres cuartas de lo mismo ocurre con el rol de Pepín, Boniface, René, Marcel, Checa, Corbin, Jean, François, Le Querrec, Denis, Huguette, Francisca, Marieta y Simone. Sí, aquí radica una de las diferencias de este musical con respecto a la historia original y es la presencia de una profesora muy pizpireta y varias niñas cuya presencia se justifica resaltando que su colegio está en obras y que tienen que pasar algunas semanas en Fondo del Estanque. De cualquier manera, esta producción de Kak Group, T2R Group y Pentación Espectáculos conserva siempre la música en directo, con Isabel Fernández al piano, Adrián Merchán al oboe, Rebeca García a la viola y Luz Fernández al violonchelo.

En definitiva, con “Los chicos del coro” se cumple eso de que los musicales son grandes superproducciones que juegan en otra liga puesto que se trata de una representación muy tierna que aúna grandes actores, un amplio equipo técnico y una historia llena de sentimientos. Aunque habitualmente sí suele producirse un descanso en este tipo de representaciones, los aproximadamente 125 minutos que dura este título se pasan volando sin este parón porque el guion consigue transportar la magia del largometraje a las tablas del Teatro La Latina.

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