Personajes que se rebelan contra su propio rol
Existen una serie de papeles en la vida misma que están en cada esquina, a veces siendo héroes anónimos como puede ser un médico, otras simplemente gente que hace el día a día más sencillo como un barrendero que limpia las calles para evitar que la suciedad nos coma. Son profesionales que pasan desapercibidos, pero que nos echan un cable y no importa que su tarea sea más o menos compleja, es necesaria. Ahora bien, ¿qué sucedería si estas personas de repente deciden rebelarse y llevar las riendas de la situación? Bajo esta premisa y en el contexto (o la excusa) de una obra de teatro, los personajes figurantes han secuestrado a los principales para convertirse ellos en los protagonistas. ¿Conseguirán su cometido? Podréis averiguarlo hasta el próximo 26 de febrero todos los domingos a las 20:30 horas en el Teatro Reina Victoria.
Para los figurantes de esta función es fundamental sentirse importantes por una vez en su vida. Están hartos de no tener nombre propio más allá de un número al lado de un tipo de personaje como puede ser dama 3º, campesina 5º o incluso preso 1º, no les es suficiente puesto que su identidad no está definida. Esa necesidad de dar forma a la identidad propia se remonta a los primeros tiempos del ser humano, es lo que nos hace diferentes del resto de animales y a su vez únicos entre nosotros. Pero además no buscan una identidad cualquiera e insignificante, sino una de la que sentirse orgullosos y de las que calan entre el público. Público del que por cierto son conscientes en todo momento que está presente en la sala y al que se dirigen e interpelan en más de una ocasión. Rompen así la cuarta pared al mirarlo directamente a la cara y al saber que forman parte de una función de teatro convirtiendo el texto en metateatro, pues se trata de una obra dentro de una obra. Un homenaje a este tipo de dramaturgia tan sacrificada para los actores y que no les reporta la fama que adquirirían en otros formatos, pero de la que muchos opinan que es la más bonita y pura de todas.
Y sin duda es un culto a “Los figurantes” que dan nombre a esta representación. A aquellos roles que no reciben nuestra atención en el día a día pero que, si no estuvieran, toda la cadena de mando caería. En este caso, los extras deciden ir un paso más allá y ser ellos mismos los que ocupen los papeles principales de su obra medieval, pero al intentarlo descubren que no basta con realizar un motín, sino que deberán esforzarse más para convertirse en auténticos protagonistas, deberán ganarse ese papel.
Debo decir que es la primera vez que asisto a una obra (si no tenemos en cuenta los musicales que juegan en otra liga) con un reparto actoral tan grande, pues son hasta 18 los personajes que forman parte de esta historia. Dividida en tres actos, el primero se caracteriza por la presentación de los personajes, teniendo todos ellos su pequeño momento de gloria. Ciertamente, es complicado discernir los personajes con más peso que otros, pues todos tienen una importancia parecida, bien sea como gag cómico o por hacer un pequeño esfuerzo para liderar el grupo.
En el segundo acto de “Los Figurantes”, el caos inicial de cada personaje por su lado da paso a un intento de organización buscando un objetivo común: reescribir la función acorde a sus nuevos personajes. Pero ¿sabrán hacerlo? Porque no es lo mismo observar ajeno cómo otros encarnan esos roles a llevarlos tú a cabo, máxime cuando solo están acostumbrados a mantenerse n la sombra realizando su función de apoyo. Querer cambiar algo es fácil, conseguirlo es otro tema y más cuando sospechas que tus actos no te pertenecen del todo a ti, ¿o sí?
De repente los figurantes se plantean cuestiones que les hacen dudar de si son dueños o no de sus propias acciones, porque ¿hasta qué punto tenemos la potestad de nuestras palabras y nuestra manera de pensar? ¿Dónde empieza el hombre como ser individual y dónde el ser colectivo que vive en sociedad? Todas estas derivas filosóficas se plasman en esta comedia que invita a reflexionar al espectador por medio de diálogos rápidos y alocados, aparentemente muchos de ellos sin sentido si se ven desde un prisma más superficial, pero os invito a una segunda lectura mucho más profunda y ética para disfrutar plenamente del texto creado por José Sanchis Sinisterra allá por 1988. Y qué poco hemos cambiado en algunos aspectos desde entonces, aunque pueda parecer lo contrario.
Por último, en el tercer acto llega el desenlace que tendréis que ir a ver para analizarlo con vuestra propia perspectiva, pues se trata de un final que puede acaparar muchas interpretaciones, todas ellas igual de válidas. Y esa es una gran virtud en los mejores finales, aquellos en los que cada cual aporta su punto de vista. Por todo ello, “Los Figurantes” consigue que los 90 minutos que dura la función transcurran en un abrir y cerrar de ojos con una mirada humorística para alegrar al público que requiera un rato de vil entretenimiento, y una más crítica para aquellos espectadores ávidos de historias más complejas que les haga mover los engranajes de su mente.
Bajo la dirección de dos de los actores, el Guarda 1º, Delfín Estévez, y la Postulanta María José Gil a quien ya vi actuar en “Violencia afectiva suite”, esta obra de primeras confusa y recargada va tomando forma hasta tornarse en un original guion que mantiene en vilo hasta su última bajada de telón. Y, desde luego, gran mérito de todos los actores y de quien los dirige por orquestar al milímetro y sin equivocarse tanto el orden de los diálogos como la propia dialéctica en sí, digna de los mejores orantes. No me cabe la menor duda de la complejidad que debe llevar organizar a un elenco coral compuesto por estos 18 grandes profesionales. Me quito el sombrero.
Periodista multidisciplinar dedicada a contar historias con precisión y compromiso en el mundo del periodismo contemporáneo.