Ganar es algo más que llegar el primero a la meta
Habitualmente el primero en llegar a la meta gana, pero la película “Arthur” nos demuestra que la posición a veces no es tan definitoria del éxito y que por encima de cualquier competición siempre están los valores. Para interiorizar esta enseñanza, evidentemente, hay que prestar mucha atención a los pequeños detalles de este largometraje dirigido por Simon Cellan-Jones que se basa en el libro “The Dog Who Crossed the Jungle to Find a Home” publicado en 2016 por Mikael Lindnord que narra la épica historia de cómo el capitán de un equipo sueco de raids de aventura se hace amigo de un perro callejero malherido que definitivamente cambió el curso de su vida. El actor Michael Light se mete en la piel de este corredor que, junto al can, nos toca la fibra sensible.
El aspecto más positivo de “Arthur” es que se trata de una película a nivel técnico bastante buena. Una cinta con la que, además, no te aburres porque mantiene el ritmo adecuado y la duración idónea para contar la historia (esto se agradece en especial porque actualmente hay producciones que se alargan innecesariamente). Asimismo, el guion funciona, aunque para mi gusto peca de sensiblero cuando el perro enferma de golpe -la típica escena manipuladora de sentimientos- y, por un instante, me recuerda a la clásica película de sobremesa que emiten en Antena 3 -eso sí, mejor hecha- o que perfectamente podría ocupar el catálogo de Netflix (como “Perro perdido”).
Más allá de entretener, “Arthur” gusta por el trabajo tan bien hecho delante de las cámaras con el perro quien, desde luego, se roba todos los planos en los que aparece porque transmite mucho con su pura mirada, y por las actuaciones tan realistas del reparto principal destacando, por supuesto, la interpretación tan compungida de Mark Wahlberg.
Para mí lo más relevante de esta película es que se basa en hechos reales y esto, quieras que no, te toca más la patata como sucedió con “Siempre a tu lado, Hachikō” en 2009. Su veracidad se subraya al principio y se profundiza en los créditos, mostrándonos al auténtico protagonista de esta historia y mencionando a la Fundación Arthur cuyo objetivo principal es fomentar concientización mediante educación sobre la tenencia responsable de mascotas. El vínculo indestructible entre perro y humano se forjó en realidad en el Mundial de Aventura Huairasinchi de 2014 en Ecuador cuando el capitán de un equipo de aventureros suecos ofreció una albóndiga a un can abandonado al que bautizó con el nombre de Arthur en referencia al Rey Arturo. Todas las personas que convivimos con un compañero de cuatro patas sabemos que su lealtad es inquebrantable y durante la travesía recogida en este título se hace más que patente.
Después de echar unas cuantas flores a “Arthur”, he de decir que falta una mayor presencia del perro, la verdadera estrella de la película y el gancho por el que yo y muchos otros espectadores compramos nuestra entrada para ver la historia en la gran pantalla (todavía se proyecta en algunas salas como Cinesa Heron City Las Rozas en Madrid). De hecho, el can tarda mucho en aparecer y cuando lo hace algunas escenas chirrían porque no tienen repercusión final en la narración como el instante en el que el animal corre hasta un punto y llega antes que los corredores. ¿Existe un camino secundario que solo el peludo conoce? Una información que no se despeja, quizás porque al tratarse de un título basado en hechos reales Michael Brandt no le ha podido poner un mayor toque de fantasía en el guion. Diré más: durante un buen rato la producción se focaliza en la preparación y desarrollo de la carrera centrando el mensaje en la importancia de luchar y seguir corriendo para ganar. No obstante, a medida que avanza el largometraje, va afinando la lección de vida.
El verdadero Arthur murió el 8 de diciembre de 2020 a causa de un tumor, pero su legado se mantiene más vivo que nunca. Su amor incondicional resuena con fuerza en el corazón de todos aquellos que tenemos perro y respetamos a los animales.
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