Sustos y sorpresas
El miedo en el teatro viene de la mano de “La mujer de negro”, un espectro que estos días se pasea por el Teatro Fígaro para contarnos una historia de drama y terror que, al parecer, perdura en el tiempo. Sí, porque lleva treinta años en los carteles de medio mundo, de hecho, se consolida como la obra más longeva (después de “La Ratonera”, de Agatha Christie, en el Teatro West End de Londres). Más de diez millones de espectadores han conseguido ver al espíritu, se desconoce si esto les ha acarreado una horrible maldición o no, pero hay que estar prevenido ya que ya ha pasado por cuarenta países. De la mano de las compañías valencianas ElPuntdelaI y Olympia Metropolitana, esta nueva versión teatral que os mantendrá en vilo gracias a sus escalofriantes efectos especiales y que apelará a vuestros cinco sentidos se podrá disfrutar en la capital hasta el 11 de agosto.
El argumento nos lo trae Arthur Kipps, un abogado de mediana edad que alquila un teatro y contrata a un actor profesional. Éste le ayudará a contar un suceso que vivió en primera persona. Un suceso donde lo fantasmal y dramático están presentes, pero que nunca le ha podido revelar a nadie. Hasta el momento. Con esta premisa se crea así metateatro, una puesta en escena dentro del propio teatro muy bien enmarcada gracias a la adaptación teatral de Stephen Mallatratt del cuento de fantasmas de Susan Hill (publicada en 1983). Una historia gótica de niebla entre las lápidas de un cementerio, mansiones tenues y fantasmas que desean algo (y no bueno).
El terror pocas veces se ha llevado al teatro pese a que es uno de los géneros predilectos en la literatura. Entonces, la pregunta viene sola, ¿el espectador puede sentir miedo sobre un teatro? Puede, pero hay que emplear los recursos necesarios, y en la obra “La mujer de negro” se consigue. Los efectos especiales son poderosos con dos elementos clave: la luz y el sonido. Por eso esta obra se vuelve magistral en el aspecto técnico. La aparición de un perro invisible, el carruaje que lleva hasta la mansión encantada o el tren se muestran sobre el escenario casi de una forma minimalista. La mente rellena el resto, y lo hace sin problemas. Y todo porque el juego de luces y sombras se despliega de una forma soberbia: linternas temblorosas en la oscuridad que apuntan directos a la cara del público, candiles, fuegos de chimeneas que titilan, velas que apenas alcanzan a iluminar retazos de casas encantadas, mecedoras que se balancean, lápidas mohosas.
Todo está servido para el miedo, pero no es lo único. El sonido envuelve la sala desde todos los ángulos, y el estruendo sabe estallar en vuestros oídos en el momento justo para que saltéis de vuestra butaca. ¿Asusta? Son pocos los sustos, pero muy certeros y estratégicamente diseñados para que el espectador mueva ansioso la mirada en el tenebrismo de la sala, esperando ver a la mujer de negro.
Sí, la mujer de negro actúa como otro personaje muy bien caracterizado, velo, corpiño, vestido negro de la época de finales del siglo XIX. De hecho, el espectro se dejará ver entre los claroscuros para causar miedo en el espectador y en los actores. Pero, ojo, y quizá esto sea un spoiler (de los terroríficos), no solo aparecerá sobre el escenario. Así que tened los ojos bien abiertos, o no, porque la maldición se cernirá sobre vuestras almas si la veis. Avisados estáis.
El abogado Kipps está interpretado por el actor Diego Braguinsky con una dilatada carrera como guionista y actor. Él pone la nota de humor al inicio de la obra, con su carácter apocado y retraído sobre las tablas. Este carácter contrasta con la viveza y alegría del personaje encarnado por Jordi Ballester quien interpreta a un actor profesional. Ballester tiene un gran recorrido en el cine y en la televisión. A la dirección está Rebeca Valls, con una extensa carrera en el sector cinematográfico.
¿Os animáis a ver “La mujer de negro”? Vislumbrar su espectro entre las tumbas del cementerio será lo más inquietante que os pueda pasar. Llevad un crucifijo por si acaso. Nunca se sabe.
Escritora, correctora y maquetadora. Asimismo, bloguera de La boca del libro.