Entrevista: Juana Macías

Fotografía de Anya Bartels-Suermondt

“Me gusta en cada película intentar que sea la historia la que me lleve hacia un lugar”

La pasada semana la directora Juana Macías estrenó en el Festival de San Sebastián su sexto largometraje titulado Las chicas de la estación. Se trata de una película basada en el caso de violación a una menor tutelada en Mallorca en 2019 que nos invita a reflexionar sobre las situaciones de abuso y, en definitiva, a no mirar para otro lado para lograr la erradicación de la explotación sexual y la protección a la infancia y adolescencia. Más allá de esta cinta que llegará a la gran pantalla el 22 de noviembre, la cineasta, nominada al Premio Goya a mejor director/a novel en 2010 por Planes para mañana, actualmente está en preproducción de su séptimo trabajo, Looking for Michael (2025), y es la codirectora de la serie Las abogadas producida por MOD para Televisión Española.

P: ¿Cómo ha sido la acogida de Las chicas de la estación en el Festival de San Sebastián?

R: La verdad es que muy emocionante. Ha sido la primera vez que se veía con público y lo que más me ha gustado de la proyección es que realmente la gente salía conmocionada y salía tocada con la película que se trata un poco de eso ¿no? Así que muy contenta.

P: Si pudieras describir Las chicas de la estación en una palabra o en una frase, ¿cuál sería?

R: Para resumir la película en una frase o algo que la defina quizá utilizaría un diálogo que hay en la propia película en la que uno de los personajes dice: “no existen niños o niñas prostitutas, son víctimas de abuso”. Creo que la película habla de esto, de quién son estas niñas que son abusadas y habla de que los culpables son los abusadores.

P: ¿Qué mensaje esperas que el público se lleve tras ver Las chicas de la estación?

R: Cada uno sacará sus propias conclusiones de la película, pero es verdad que para mí la realidad que he retratado es una realidad muy dura, que es la explotación sexual a menores tuteladas, pero desde lo que yo puedo hacer, que es manejar el guion, manejar los personajes y contar la historia desde su punto de vista, siempre he querido que hubiera esperanza. Es decir, se pueden hacer cosas, se deben hacer cosas, pero para eso hay que mirar esta realidad. Para mí, lo que me gustaría que se trasladara al espectador es esa posibilidad de asomarse a una realidad que probablemente le sea muy ajena, pero que está aquí y que nos compete a todos.

P: ¿Cómo ha sido trabajar con el elenco principal de la película?

R: Respecto al casting, ahí está uno de los puntos fundamentales de la película. Por eso tardamos tanto tiempo en buscar quiénes podían ser estas tres protagonistas porque, además, lo hicimos en la calle, en los institutos, en los centros de menores. Yo quería unas chavalas que estuvieran muy pegadas a la realidad y que no hubieran hecho nada para aportar esa frescura y esa naturalidad que creo que era importante que estuviera en la película para que se respire muy auténtica. En ese sentido, en la búsqueda, intentamos buscar tres perfiles de chicas que, de alguna manera, conectaran con los personajes que estaban en el guion. Pero cuando encontramos estas tres actrices, a Julieta Tobío, a Salua Hadra y a María Steelman, el trabajo luego fue adecuar un poco, hacer un punto de acercamiento entre ellas y los personajes. Eso es algo que siempre se hace con todos los actores. Al final, el actor que encarna al personaje lo hace un poco suyo. En este caso, para mí era muy importante que hubiera esa sintonía de energía entre el personaje y la actriz que lo iba a interpretar.

P: ¿Cuál fue el mayor desafío al que te enfrentaste en la fase de preproducción o incluso durante la escritura del guion?

R: Tienen que ver mucho con bucear en un tema que cada vez que entrevistaba a más gente y que conocía más de primera mano me parecía más complejo y me parecía muy difícil intentar esto reducirlo en una historia de más o menos hora y media. Junto con Isa Sánchez, que es la coguionista, estuvimos dándole muchas vueltas a esto y, al final, sobre todo, decidimos centrarnos en las tres protagonistas y en contar desde ellas esta historia. Podríamos haberlo convertido en una historia judicial o de investigación o incluso hacerlo desde el lado de los educadores que están batallando día a día con este problema. Pero para mí lo interesante es quién son estas chicas y cuáles son sus circunstancias, cómo se sienten y, a partir de ahí, intentar entenderlas. De cara luego al rodaje lo que me planteé fue trabajar desde la incertidumbre, desde saber dónde quería llegar, pero no saber cómo iba a llegar, pues por un lado probé cosas de improvisaciones, hablé con todos los jefes de equipo y les dije que esto sería un rodaje un poco diferente porque nos íbamos a tener que adaptar a ellas. En algunas cosas saben mucho más que nosotros de cómo se maquillan las adolescentes, cómo se visten, cómo hablan. Ahí lo que intenté es observar y escuchar mucho y buscar esa flexibilidad de llegar a puntos intermedios y de trasladar esa energía de la adolescencia. Eso aporta esa luz a los personajes. Yo quería reflejar su vida y su vida está llena de momentos de amistad, de momentos de soledad o de asomarse al abuso sexual, pero hacerlo desde ellas y desde su forma de entenderlo y desde la normalización que hacen ellas en algunos casos de cosas que a mí me parecen terribles. Yo quería entender esto y por eso primero conocerlas, primero meternos en su mundo, en su día a día y luego van apareciendo las cosas que estaban en la prensa. Hay una mezcla de realidad y de ficción, los hechos son tal cual. Había muchas descripciones en prensa de cómo habían sido ciertas cosas, pero luego mi idea era hacer tres personajes de ficción a partir de los perfiles que yo había visto que se repiten más en toda la investigación que estuvimos haciendo.

P: Las chicas de la estación es tu sexto largometraje. ¿Cómo ha evolucionado tu forma de contar historias desde tus primeras películas hasta ahora, tanto en estilo como en enfoque?

R: Por cierto, que ahora estoy en preproducción del séptimo que rodaré el que viene. Se titula Looking for Michael. La verdad es que para mí este ha sido el proyecto más complejo y más difícil al que me enfrentado por pisar un poco terreno desconocido. Me gusta en cada película intentar que sea la historia la que me lleve hacia un lugar que puede ser el humor o el drama o puede ser un tono u otro. Me gusta mucho también trabajar con proyectos a parte de los que yo genere, que como este surjan de algo que a mí me ha impactado o que quiero contar, trabajar a partir de guiones que me llegan. He hecho varios proyectos de encargo. Sé que la gente prefiere solo hacer sus propias películas o películas de encargo. A mí me gustan las dos maneras de dirigir. Creo que, aunque he hecho cosas muy distintas, me reconozco en todas y en los temas que tratan. Al final, de una forma u otra, mis películas están muy pegadas a la realidad que está ahí fuera y creo que eso es lo que las conecta. Puede que sea una comedia hablando de padres que no pueden tener hijos u otros que se separan y no se pueden separar físicamente o cualquier cosa.

P: El pasado 23 de septiembre se conmemoró el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas. ¿Qué podemos hacer la sociedad y los medios de comunicación para contribuir a erradicar la realidad invisible que tratas en tu película?

R: La película se estrenó en San Sebastián precisamente el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas. Decidimos hacerlo así porque nos parecía que esta película está totalmente conectada con este tema y creo que lo más importante como sociedad y como medios de comunicación es no mirar para otro lado porque no se puede solucionar algo que no se quiere ver. Ahora que estoy con el radar puesto, cada dos meses hay una noticia que habla de explotación sexual a menores y, en concreto, menores tuteladas en cualquier lugar de España. Y los datos, no hay muchos, dicen que lo que vemos es solo la punta del iceberg. Creo que como sociedad no podemos tolerar que pasen cosas como lo que acaba de ocurrir en Murcia, que por cuestiones legales o del tipo que sea, unos abusadores que han sido condenados y que son culpables no vayan a pisar la cárcel. Creo que lo importante como sociedad, más allá de que las administraciones tomen medidas, es que marquemos una línea roja y que cuando estas cosas pasen digamos que no porque estos menores son de los más vulnerables porque ya llevan una carga de experiencias y de abusos para llegar a vivir en un centro muy condicionantes. Así que creo que lo primero es atreverse a mirar.

P: La pasada semana llegó también, en este caso a la pequeña pantalla, otro de tus proyectos: Las abogadas. ¿Por qué no nos podemos perder esta serie?

R: Es una serie que habla sobre el final de la dictadura y los primeros años de la democracia, desde el 1964 al 1977. Realmente es una parte de nuestra historia muy poco retratada en audiovisual y muy poco contada también en las escuelas. Yo he descubierto haciendo esta serie que mucha gente joven no sabe nada de este periodo, creo que Las abogadas contribuye a contar lo que pasó y hacerlo desde un punto de vista que suele olvidarse también, que es de las mujeres que contribuyeron a que llegase la democracia a España y a que se trabajara por la igualdad. En la serie se ven cosas muy cotidianas que creo que, para cualquiera que tenga ahora 20 o 30 años le va a chocar mucho, le va a sorprender que España hace 50 años apenas fuera así y las mujeres fueran tratadas como prácticamente menores de edad. Para mí ha sido muy interesante aproximarme a este periodo y a estas mujeres y creo que lo hemos hecho con bastante respeto, es difícil, obviamente hay una parte de ficción pero todos los hechos son reales y creo que es una serie que es interesante para ver porque cuenta una parte de nuestra historia que está muy presente y muy viva y que nos recuerda que las cosas de las que disfrutamos ahora no han aparecido porque sí y que hay mujeres que han pagado un precio muy alto para que las disfrutemos.

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