Crítica: obra “Santas y perversas”

Un thriller cómico impecable

El Teatro Lara se ha transformado en un convento inglés, concretamente en el de las Hermanas Descalzas del Pie Diestro. Y allí, queridos, se ha escrito un crimen. ¡Un crimen de los gordos! La hermana Catherine Wellstone ha aparecido muerta. ¿Las sospechosas? Tres monjas de clausura y una madre abadesa muy peculiares. Acuden raudos al convento el inspector Jefferson (una caricatura excepcionalmente llevada del inspector Clouseau, y la antítesis de Poirot) y su ayudante, el alguacil Bob, como si de Sherlock y Watson se trataran, para esclarecer el crimen. Pero las cuatro hermanas no se lo pondrán fácil. Una es ciega, otra sorda, otra es vasca y se sospecha que es un hombre, y también está la madre abadesa que cambia de acento (catalán, italiano, francés, uruguayo…), durante la obra, como si fuese lo más normal del mundo.

Nada más entrar a la sala Lola Membrives os llamará la atención el olor a incienso y, creedme, llenarías la platea si la sala fuese más grande. Y no solo alguna monjita carga la sala con ese olor eclesiástico, sino que nos dejan unas estampitas de santa Bruta de Palermo de las Sangrantes Llagas S. A., con la siguiente plegaria: “Únete en plegaria mariana para que santa Bruta de Palermo nos conceda muchas risas, mucho público y así los actores coman caliente (…)”. Estampita que ya se va a quedar en mi cartera cuando necesite disfrutar de una tarde de teatro.

¿La recomiendo? Sí. ¡Es una obra magna en todos sus aspectos! El guion, de Jose Warletta, estrenado en octubre del 2020, parece que bebe de películas como Un cadáver a los postres o Top Secret, ambas con la hilaridad por delante en cualquier secuencia que parodia el misterio. Ojo, el texto teatral lo ha publicado la editorial Uvedebé en marzo de este 2025, y esto muy pocas obras lo tienen. ¡Es una maravilla leer un texto teatral! Lo anuncian a la entrada, y se puede comprar en librerías (también en la pequeña de tu barrio si lo pides, sí).

La puesta en escena ya atrae desde el inicio, no solo por ese olor a incienso y la estampita de la santa Bruta de Palermo, sino por el decorado. Una virgen de talla oscura, unas velas, una mesa y varias sillas, donde el inspector Jefferson interrogará a cada una de las monjas (labor nada sencilla, cada una está más loca que anterior). Y este interrogatorio se lleva a cabo en la salita del té, ¿o en la del café?, ¿o en la de lectura? Lo cierto es que el convento tiene más salas que el palacio de un rey.

Las actuaciones, ¿alguien puede sacar una mota de polvo a esas actuaciones? Son de diez, qué gestualidad, qué genialidad, buscando siempre lo cómico en cada intervención y movimiento, con unos perfiles poliédricos que pueden volver loco a cualquier investigador. La madre abadesa Ursuri Sorione (la única mujer en la obra) habla con multitud de acentos y su rasgo principal no es la castidad, precisamente; la hermana Constanza, que es ciega, tiene un gran talento para pintar y tejer, y le da de comer a su loro Ezequiel (spoiler: los restos de Ezequiel descansan en su jaula); la hermana Soledad, que hace un interpretación impecable, es muda, y, aunque no tenga texto escrito, su actuación, con esos sonidos guturales, es lo mejor que he visto en mucho tiempo sobre un escenario; por último, tenemos a la monja (¿o al monje?) vasca Urzuri Zorione, que es una señora con barba y con pelos en el pecho. Todo muy normal en un convento, vaya. Encima, cuando termina la obra y se descubre quién ha sido el asesino, se marcan un baile espectacular, como si no hubieran tenido suficiente con aprenderse ese pedazo de guion, ¡encima una coreografía!

El ritmo no para, rayos, truenos, frenesí, exclamaciones de la muda, suposiciones de la ciega… No hay descanso, es apasionado, colérico, exaltado. No hay pausa para la risa. Vais a estar una hora y veinte minutos con la mente abstraída por completo, metida en un convento, en un thriller cómico de altos vuelos, donde veremos que el aburrimiento tiene mucho sentido en esta obra a la que no le pongo ni un pero. Habéis alcanzado la perfección. Y, como reza en su estampita, sabed que esta obra se recomienda a “todas las almas perdidas que conozcas”. Pues primero ha sido la mía de cabeza; no obstante, en el Teatro Lara no he encontrado salvación, me han llevado a la lujuria más cómica, más mortal. Pero, tranquilos, ninguna de estas “inocentes” monjitas acabará con vuestra vida, sí con vuestra cordura.

¡Enhorabuena a todo el equipo! Os habéis salido del tiesto, del mapa, del crucifijo y de la madre del convento. Amén. Podéis ir a verla todos los viernes y sábados hasta julio en el Teatro Lara de Madrid.

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