Crítica: película “El tesoro de Barracuda”

Una aventura oculta y con corazón

El tesoro de Barracuda, estrenada el 26 de septiembre, es una pequeña joya escondida entre los estrenos de animación de este otoño. Distribuida por Filmax, tras haberse presentado en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde despertó gran expectación. Se trata de una coproducción internacional de Hampa Animation Studio, Inicia Films y Belvisión que adapta libremente el cuento homónimo de Llanos Campos, publicado por la editorial El Barco de Vapor. Concebida como una aventura de piratas pensada para el público infantil, consigue atrapar también a los adultos gracias a su mezcla equilibrada de humor, acción y ternura. Con un estilo que rinde homenaje a los grandes clásicos de aventuras, se presenta como una alternativa fresca dentro del panorama de la animación europea, destacando por su estilo artístico.

La historia sigue a Chispas, una joven que, casi sin proponérselo, se ve arrastrada al corazón de una guerra entre piratas. La tripulación del temido capitán Barracuda busca hacerse con el legendario tesoro de Krane, pero el viaje pronto se convierte en una reflexión sobre la libertad, la amistad y, sorprendentemente, sobre el valor de la lectura. Es, en muchos sentidos, un tributo a las películas de aventuras como La isla del tesoro, Indiana Jones o Piratas del Caribe.

Detrás de la cámara animada, se encuentra el director Adrià García, conocido por su sensibilidad a la hora de crear universos animados únicos. Su debut con Nocturna, una aventura mágica (2007) ya revelaba su talento para conjugar fantasía y emoción, y posteriormente dirigió el cortometraje increíblemente animado I’m a Monster (2010) al más puro estilo de animación francesa de Gobelins. Con El tesoro de Barracuda, se adentra en un territorio más lúdico y aventurero, pero sin perder la delicadeza que caracteriza a su estilo visual y narrativo.

Uno de los aspectos más destacables es el doblaje, cuidado con esmero y sin recurrir a voces de algún famoso que sirva para hacer campaña mediática y que desmerezca la calidad de la interpretación al final. Por su parte la banda sonora, compuesta por Fernando Velázquez, aporta un aire épico y aventurero que nos transporta al sonido clásico de los relatos y persecuciones de piratas, mezclando épica y emoción cuando toca hacerlo.

A nivel visual, la película sorprende por su estilo artístico. En un panorama dominado por la animación 3D y la herencia estética de Disney, El tesoro de Barracuda apuesta por un trazo caricaturesco y estilizado, a medio camino entre los mundos de Cartoon Saloon y las ilustraciones de cuento clásico, evocando en ocasiones a la paleta de colores vibrantes de Mary Blair o los escenarios y fondos del videojuego de culto Monkey Island. Esa mezcla le otorga una personalidad propia y arriesgada que la diferencia de las producciones más convencionales.

Aunque hoy en día se trabaja todo en pantallas digitales, sé de primera mano (pues yo fui uno de los artistas encargados de hacerlo) del gran empeño por parte de la dirección y de todos los departamentos del equipo artístico para mantener un trazo rugoso e imperfecto, como si el dibujo hubiera sido creado con lápiz y papel. No llega a la suciedad de la línea que Disney introdujo en 101 dálmatas con el sistema Xerox (que escaneaba los dibujos de los animadores para fotocopiarlos en los celuloides directamente), pero busca deliberadamente esa sensación artesanal de notar el dibujo del artista con sus trazos y errores. En un mundo donde las IAs comienzan a hacer dibujos perfectos y sin alma, es en ese error humano donde se nota la belleza de quien deja su huella reconocible.

Seguramente para muchos espectadores la mía no pueda ser una opinión válida, pues hay un extra de cariño al haberla trabajado desde dentro, pero como gran apasionado del género de aventuras he de destacar el esfuerzo que hay por parte del equipo tras cada fotograma. Es cierto que no estamos ante una obra que revolucione el género ni la animación como medio, pero sí ante una cinta que recupera con honestidad la esencia de las aventuras clásicas: mapas escondidos, mares embravecidos y piratas dispuestos a todo por alcanzar un tesoro. Una experiencia que nos invita a acompañar a Chispas y a la tripulación de Barracuda gritando desde la butaca: “¡Al abordaje!”.

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