Una obra que aborda el complejo mundo del desahucio
El día a día trae consigo obstáculos sociales y emocionales, como los desahucios y la soledad, y eso bien lo sabe Begoña Caparrós, escritora, directora e intérprete de “Archipiélago” que se representa en el Teatro Lara desde el 12 de septiembre. Estamos ante una obra monologada que trata sobre el hogar, las corporaciones y cómo éstas manejan a su antojo el mercado inmobiliario con independencia de quién y cuántas personas se vean afectadas. La historia comienza en un edificio de vecinos, cuando Adelino, un portugués de treinta y cinco años, se suicida tirándose por la azotea tras enterarse de que va a ser desalojado. Esto hará que el resto de los propietarios que quedan en el inmueble se replanteen su existencia. Los personajes fluyen, las emociones también.
Los pensamientos de los vecinos pasan por la actriz por un método original: los zapatos. Dependiendo de los zapatos que se ponga (blancos todos), adquiere el rol de un personaje u otro. Begoña Caparrós es quien sostiene a todos ellos, que se debaten entre el aislamiento y la pérdida en unos hogares que pronto dejarán de ser suyos. Hogares que Caparrós los entiende como algo más allá de lo material, intrínseco al ser humano, y que vienen presentados como pequeñas cajas de cartón colgadas en el techo, que oscilan, cambian de posición, de decorado e incluso de iluminación en el escenario.
Asistiremos a un futuro distópico en el que, cuando no interesas, te pueden montar en un barco con destino a ninguna parte. Y eso es precisamente lo que les ocurre a los personajes en “Archipiélago”. Sabemos que en esta obra influyó la noticia de una mujer de sesenta y cinco años que se suicidó en el barrio de Chamberí por no poder pagar su renta. Este acontecimiento llevó a la actriz y directora a reflexionar sobre los grupos de inversores de pisos, la gentrificación o la soledad en las personas mayores. Si a esto le sumamos la difícil situación personal, familiar y económica que viven los protagonistas, veremos hasta qué punto se ven afectados por este suceso.
La simplicidad escenográfica no es impedimento para que el espectador entienda esa idea sustancial. Además, Caparrós aborda ese archipiélago teniendo en cuenta aquel barco fletado para refugiados e inmigrantes en el Reino Unido al que llamaron “el barco de la vergüenza” por distintos motivos. Ocurrió este verano, y multitud de organizaciones humanitarias condenaron esta prisión flotante. Pero no solamente la actualidad manda, sino que el personaje de Caronte también aparece con fuerza en esa idea de un archipiélago de gente a la deriva, conducido por un barquero, que lleva los cuerpos de un mundo a otro.
Caparrós se mueve por el escenario con soltura, seleccionando los zapatos según el personaje que quiere interpretar. Una interpretación, por cierto, coral. Y no es para menos, porque en su currículum podemos encontrar un Máster de Creación Teatral, entre otros trabajos de altura. Si os apetece pensar sobre la manera en que nos manejan las corporaciones, gentes vestidas de negro como cucarachas, id a ver “Archipiélago”.
Escritora, correctora y maquetadora. Asimismo, bloguera de La boca del libro.