“Para hacer un buen pan lo único que hace falta es estar bien con uno mismo”
El teatro Fígaro es el encargado de acoger la obra “Una terapia integral” con un reparto de lujo y un guion muy elaborado y completo en el que se nota que han mimado y pulido hasta el último detalle. De hecho, me atrevo a decir que es la mejor comedia que he visto en lo que llevamos de 2024. Ahí es nada. Os invito a todos los que busquéis un rato de desconexión con la vida real y os apetezca reíros a carcajada limpia a asistir a este curso de pan impartido por Toni Roca (al que encarna a la perfección Antonio Molero), ya que no os dejará indiferente, porque hacer reír con un chisto malo es fácil, pero hacerlo con una buena dosis de humor inteligente y sobre la vida misma no lo es tanto. Sin duda estamos ante una de esas pequeñas grandes joyas que se esconden arriba de los escenarios esperando a ser descubierta por el gran público.
“Una terapia integral” nos presenta a tres personas totalmente desconocidas entre sí pero que tienen en común una cosa: se han apuntado al curso de pan del gran panadero Toni Roca, cuya fama le precede por todos lados. Sus cursos, que tienen una larga lista de espera, son únicos y exclusivos y él mismo selecciona a sus alumnos de entre todas las candidaturas, así que realizar uno de ellos supone ser muy afortunado. Es el caso de Nieves, a la que da vida Esther Ortega, Bruno, a quien le interpreta Cesar Camino y Laura, en cuya piel se mete Angy Fernández en alternancia con Ledicia Sola, aunque en mi caso ha sido la finalista de la primera edición española de “Factor X” quien ha personificado el papel.
Cada uno tendrá una personalidad muy marcada y completamente distinta entre sí y pronto surgirán las rencillas y los recelos entre ellos, sobre todo al principio cuando esperan al comienzo de las clases y la mente vuela sobre las diferentes expectativas de los alumnos. Poco a poco, iremos conociendo las historias de estas tres personas, a la vez que aprenden a realizar la masa madre, a dejarla reposar y a hornearla para que esté lista para enfrentarse a la vida, al igual que es su caso. Tony les enseñará diversas técnicas muy útiles para que dejen atrás sus miedos y para que se lancen de lleno a crear su propia hornaza de pan, sin importar como salga, pues todas poseen una belleza sin igual.
Desde luego “Una terapia integral” es mucho más que un simple curso para aprender a hacer pan. De hecho, es más bien un pretexto para profundizar en la existencia de estas tres personas que usan el curso para mejorar fallos en sus vidas que arrastran desde hace tiempo: los comunes y temidos traumas. Un tema tabú hasta no hace demasiado y que en realidad aun hoy en día sigue siendo bastante delicado y, en muchas ocasiones, no se trata como es debido. El texto aborda el asunto con frescura, valentía y desde una perspectiva humorística, pero sin menospreciar en ningún momento la complejidad de la cuestión.
Aunque si hay que ponerle un par de pequeños peros a la representación es que quizá la acústica del teatro no es la mejor y a veces el sonido se escucha demasiado flojo e incluso algún espectador ha comentado que no se oye bien. La otra pequeña pega que he advertido es que el guion al principio de la obra resulta demasiado enrevesado y los diálogos muy rápidos, lo cual dificulta un poco entrar de primeras en la narración y conectar al momento con los personajes. De hecho, en mi caso, me ha llevado al menos unos 5 o 10 minutos conseguirlo.
Pero debo aplaudir el acierto de “Una terapia integral” de utilizar el eufemismo del pan como sesiones de psicología de una forma original, atrevida y divertida. Es una buena manera de acercarse a las personas que de primeras rechacen tratar los grandes males de esta sociedad actual: la ansiedad y la depresión. La personalidad de los personajes está perfectamente trazada, creando unos perfiles coherentes, profundos e ingeniosos. Aunque no es todo mérito del libreto pues los actores tienen mucho que decir y desde luego aportan mucha fuerza a sus papeles. Los cuatro intérpretes merecen ser destacados por su trabajo, pero a mí personalmente quien más me ha ganado ha sido Cesar Camino, a quien ya conocía de la serie “Los misterios de Laura”.
Y eso que tanto Antonio Molero como Angy Fernández son los cabezas de cartel más reconocibles: él por su papel de Fiti en “Los Serrano” y ella por el de Paula en “Física o Química”, además de por haber participado en los talent shows “Factor X” y “Tú cara me suena” pero el personaje de Cesar Camino, Bruno, es el más divertido y a la vez él más entrañable para mi gusto, lo cual tiene mucho mérito ya que no es fácil destacar al lado de esos dos pesos pesados de la interpretación. Aunque, como digo, los otros tres también tienen su momento de gloria: Esther Ortega con Nieves demuestra una gran fuerza arrolladora, Angy Fernández con Laura una ingenua timidez y Antonio Molero con Toni Roca impone con su aire de liderazgo.
Además, si todos estos ingredientes no os parecieran suficientes para asistir de público para ver “Una terapia integral” os dejo con la miel en los labios avisándoos de que hay un par de giros inesperados al final de la función que la convertirán en una experiencia de 10. Y para terminar os traslado dos consejos que proceden directamente del horno de Toni Roca: no dejéis que los fracasos os limiten, ni os impidan avanzar, que ni el pan ni la vida se pueden controlar. Por último, no olvidéis nunca que en el caos están las oportunidades así que abrazarlo y dejaos llevar porque para hacer un buen pan lo único que hace falta es estar bien con uno mismo.
Periodista multidisciplinar dedicada a contar historias con precisión y compromiso en el mundo del periodismo contemporáneo.