Entre el lujo y la tragedia
Tras el éxito de las exposiciones Tutankamon y Los últimos días de Pompeya, Madrid Artes Digitales (MAD), nos trae la posibilidad de vivir en primera persona uno de los eventos más impactantes del siglo XX. Si pudiésemos viajar al año 1912, concretamente al día 10 de abril, y nos situáramos en el puerto inglés de Southampton, podríamos ser testigos del viaje inaugural del trasatlántico más grande del mundo, que zarpaba con destino a Nueva York y 2225 personas a bordo (entre pasajeros y tripulación). El Titanic fue apodado como el buque insumergible, adjetivo que tristemente se volvió erróneo la noche del 14 al 15 de abril, cuando el majestuoso barco se hundió en menos de tres horas tras chocar con un iceberg. De los 2225 sujetos que viajaban a bordo, sólo 712 lograron sobrevivir.
El hundimiento del Titanic impactó al mundo y, con el paso de los años, su historia ha inspirado numerosos documentales, libros e incluso esta tragedia fue llevada al cine en varias ocasiones, la más famosa la dirigida por James Cameron en la que podemos conocer las vivencias de algunos de sus pasajeros e incluso ver los restos reales del naufragio. Si bien todos conocemos lo ocurrido, resulta interesante acudir a la exposición inmersiva La Leyenda del Titanic para tener la posibilidad de profundizar en ella, ver restos de equipaje, fotografías e incluso reproducciones de estancias del lujoso barco, así como vivir la experiencia virtual que ofrece esta muestra que te hace ponerte en la piel de los ilusionados viajeros que emprendieron un viaje en el buque de los sueños pensando que harían historia por formar parte del primer trayecto del nuevo gigante marítimo y acabaron formando parte de la historia, pero por ser parte de una de las mayores tragedias marítimas.
La exposición comienza con una narración que nos pone en contexto situándonos en la fecha y lugar del inicio del viaje, y se nos presenta a un padre y su hija que embarcarán en tercera clase y nos acompañarán durante toda la muestra, a partir de ese momento nos adentramos en el buque insignia de White Star Line. Durante todo el recorrido encontraremos textos informativos que nos hablan de la época, del viaje, de la tripulación o del accidente de forma detallada. Nos cuentan así que solo pasó un minuto desde que avistaron el iceberg hasta que se produjo la colisión, lo que deja claro que no había salvación posible, nada de lo que hubieran podido hacer (aparte de haber llevado una velocidad menor) habría cambiado el triste desenlace.
La exposición cuenta con cinco salas, sin contar con la entrada y la tienda de la salida. En la primera sala, que es la expositiva, encontramos algunas reproducciones de objetos como partes de la vajilla, unos prismáticos de los que hacían uso los pasajeros, ropa del estilo que usaban los viajeros de primera clase o el menú que se sirvió en la cena de la noche del 14 de abril, por poner algunos ejemplos. Esta parte en mi opinión se queda algo pobre, me faltan objetos reales o reproducciones de muebles u otros enseres de los que se podían encontrar en el barco, cosas que sí hemos podido ver en otras exposiciones de este mismo tema. En cuanto a información también habría estado interesante, quizá, añadir una lista de pasajeros, poder poner nombre y apellidos a los supervivientes y a los fallecidos, porque son muy pocos los protagonistas a los que se menciona y tampoco se habla de sus historias. De los que más se habla es de los españoles que viajaban a bordo.
Otra de las salas, la de realidad virtual, está dedicada a los músicos, llamados héroes por muchos, ya que dedicaron sus últimas horas de vida a seguir tocando para intentar ayudar a mantener la calma en esos momentos tan difíciles. Ninguno de los músicos sobrevivió al naufragio.
En la sala inmersiva podemos vivir todo el proceso desde la construcción hasta el naufragio. Después de ésta se encuentra el área metaverso, pero durante mi recorrido no ha estado operativa así que no hemos podido verla, aunque nos han dado la opción de volver otro día para poder completar la visita. La última sala sería el espacio para fotos donde podéis traeros un recuerdo y ya nos esperaría la salida, no sin antes pasar por la tienda como es habitual en cualquier exposición, aunque, bajo mi punto de vista, aquí se venden objetos un tanto controvertibles como un pisapapeles con el buque y el iceberg haciendo el efecto del choque.
Como opinión general, La Leyenda del Titanic. La exposición inmersiva me ha parecido una muestra muy visual, con detalles interesantes como el del ascensor (ya lo veréis), entretenida y correcta, aunque he salido con la sensación de que podía haber dado mucho más de sí. Quizá cuando vea la sala que me falta cambie de opinión, quién sabe….
Apasionada de la cultura, especialmente del cine, que encuentra en cada fotograma una historia que contar, una emoción que experimentar y un universo de posibilidades para explorar.