Un viaje sonoro entre el amor y la muerte
Tras presenciar en el Teatro Reina Victoria de Madrid Bodas de sangre, el musical me ha resultado muy interesante observar cómo este popular género que combina canciones, diálogo y baile ha evolucionado y se ha diversificado en la última década. La tendencia actual es adaptar casi cualquier historia, en esta ocasión, la productora King Produce apuesta por una actualización del clásico de Federico García Lorca. Si bien antes de disfrutar de la función cualquiera se puede plantear preguntas sobre la originalidad y la autenticidad de esta adaptación, lo cierto es que pasados los 140 minutos pertinentes (con descanso de 10 minutos incluido) la experiencia teatral supera las expectativas con su variedad de estilos musicales. Sin duda, uno de los grandes hitos culturales de este 2024.
Tras su preestreno en el Teatro de La Paz de Albacete Bodas de sangre, el musical consigue sorprender desde que se levanta el telón, una hazaña difícil de lograr si tenemos en cuenta que el principal hándicap de esta superproducción es que la historia de la joven protagonista que se debate entre el amor y el deber, entre el deseo y la tradición, es sobradamente conocida. Sin embargo, aunque ya sepamos el conflicto central y hayamos disfrutado en el pasado de otras representaciones de Bodas de sangre, esta versión atrapa de principio a fin por dotar a la música compuesta por Miguel Tubía del poder de intensificar las emociones para hacer que la narración sea memorable especialmente con su guiño al folclore español.
A pesar de que uno de los principales aspectos diferenciadores de Bodas de sangre, el musical es precisamente que se trata de una función muy cantada (destacando especialmente el talento vocal de la actriz Teresa Terrero en el papel de la madre que se gana con su aterciopelada voz toda nuestra atención y admiración, de Lucía Fontanilla como la criada, de Paula Alcocer como la novia y de Luis Huete como Leonardo), lo cierto es que me han faltado más diálogos de este estremecedor texto. Está muy bien que la música sea el corazón de la representación, pero soy de las que opina que las pláticas generan actuaciones todavía más intensas y conmovedoras.
Me ha gustado, no obstante, que Bodas de sangre, el musical mantenga la esencia de la obra original de Federico García Lorca, desde los personajes hasta la ambientación y el lenguaje poético, cargado de simbolismo y metáforas, de esta tragedia que se estrenó por primera vez el 8 de marzo de 1933 en el Teatro Beatriz de Madrid. El ritmo también es el adecuado, llevándonos en volandas desde la tensión creciente del primer acto hasta el inevitable desenlace trágico gracias a la correcta dirección de Pedro Martínez que nos hace reflexionar una vez más sobre los temas universales inherentes en este musical. Los principales son el amor y el deseo pues, aunque la novia está a punto de contraer matrimonio, sigue enamorada de un hombre casado cuya familia, para más inri, es la culpable de la muerte del padre y del hermano del novio y, evidentemente la madre de este no olvida lo sucedido.
Asimismo, Bodas de sangre, el musical aborda la muerte y su presencia es tan constante que hasta hay una actriz, Rocío Villar, que asume este rol simbolizando el destino inevitable de los protagonistas y, en definitiva, creando una atmósfera trágica. Creo, por el contrario, que el papel de Nacho Zorrilla como la luna no se entiende tanto pese a que son varios números seguidos después del descanso en los que acapara todas las miradas. Dicho esto, la función toca otros temas atemporales como la importancia del honor y la reputación en la sociedad o la confrontación de las normas sociales y las tradiciones familiares con el anhelo de libertad personal y la búsqueda de la felicidad.
En cuanto a la escenografía no le falta detalle ya que los decorados son visualmente atractivos, pero tampoco esperéis el típico musical repleto de escenarios dinámicos y versátiles que permiten rápidas transiciones entre diferentes localizaciones a través de estructuras modulares que se mueven o se transforman. Al igual que el elenco es joven y no recurren a actores maduros para encarnar al padre (por cierto, muy buena interpretación de Juan Pedro Peces) o a la madre, en Bodas de sangre, el musical apuestan por una escenografía íntima, con el atrezzo elegido cuidadosamente y la iluminación jugando un papel crucial a la hora de establecer el tono y la emoción de cada escena.
Las entradas para Bodas de sangre, el musical en el Teatro Reina Victoria han oscilado entre los 20 euros (anfiteatro) y los 37 euros (platea preferente) y cuando acaba la función de turno siempre reflexiono sobre lo mismo: ¿merece la pena pagar tal cantidad? Para esta representación digo un sí rotundo y estoy segura de que seréis muchos espectadores los que caigáis rendidos a esta nueva perspectiva artística de uno de los grandes textos de la literatura española.
Periodista versátil con experiencia en redacción, liderazgo y gestión de comunidades online, comprometida con la difusión de información relevante y la creación de contenido impactante