Crítica: espectáculo “Alegría” de Cirque du Soleil

Un clásico renovado que deja sin aliento

Hay muchas experiencias que hay que vivir al menos una vez en la vida, una de ellas es el espectáculo AlegríaBajo una nueva luz– que os despertará emociones intensas y os llevará a apreciar el arte de una manera especial. Y es que si hace años el circo era generalmente visto como entretenimiento familiar, Cirque du Soleil ha conseguido revolucionar el concepto y dejar un legado de originalidad que sigue inspirando a diferentes artistas y atrayendo a una audiencia más diversa que incluye a los amantes de las artes escénicas. Desde su creación en 1984 esta compañía ha creado producciones espectaculares como así demuestra su clásico renovado (de ahí su nuevo nombre), que tiene una duración de 100 minutos con un intermedio de 25 minutos, y que se puede disfrutar en el Escenario Puerta del Ángel hasta el domingo 16 de febrero.

Tras disfrutar meses atrás de Circo Price en Navidad y de Circlassica he llegado a la conclusión de que el circo no pasa de moda, si bien ahora soy verdaderamente consciente de que, en parte, se lo debe a la compañía canadiense Cirque du Soleil que ha influido enormemente en la forma en que otros grupos circenses y de entretenimiento producen sus espectáculos. Es más, considero que el conocido en español como Circo del Sol ha elevado esta forma de arte, convirtiéndola en una experiencia sofisticada que arranca incluso antes de la propia función. Por eso os aconsejo llegar con cierta antelación a la extensa explanada donde se desarrolla pues, tras pasar un control de seguridad, accederéis al fabuloso entorno de la Gran Carpa donde podréis tomar algo, haceros fotografías, comprar algunos de los productos de merchandising de Alegría o, simplemente, aprovisionaros de bebida y unas ricas palomitas en los stands de la entrada. A precio de oro, todo hay que decirlo (una botella de agua de 33 centilitros en lata vale 4 euros).

Lo que primero salta a la vista durante la representación de Alegría, y que es precisamente la seña de identidad del Cirque du Soleil, es que está integrada por artistas de todo el mundo, constituyendo una rica mezcla de culturas que ha permitido que se celebre la diversidad a través del arte. De este espectáculo también me quedo con su decorado, su inolvidable banda sonora homónima y con el propio ritmo de la producción que combina ágilmente música, danza y actos circenses.

Personalmente, los números de danza aérea son mis preferidos por la elegancia con la que se ejecutan hasta el punto de que se crea en la carpa una sombra muy bella de los cuerpos de los artistas en movimiento. Asimismo, he aplaudido con entusiasmo las actuaciones de malabarismo con pelotas y fuego y me he quedado impresionada de que se hayan introducido más objetos cuando parecía casi imposible manejar y tomar el control de los ya presentes sobre las tablas.

Del mismo modo, de Alegría me han asombrado las escenas de contorsionismo o, mejor dicho, la gran elasticidad y flexibilidad del elenco para adoptar ciertas posturas que requieren además un importante sentido del equilibrio como el icónico backbend que consiste, básicamente, en poner en contacto los pies con la cabeza. Ahora bien, los espectadores al unísono nos hemos entregado con las emocionantes acrobacias y es algo que me parece muy curioso de destacar porque resulta a la vez la parte más memorable del espectáculo y la que más tensión, e incluso incomodidad, provoca por la complejidad de los movimientos. A pesar de que todos los asistentes sabemos que los artistas han entrenado y están preparados para la actuación, la sensación de que podrían caer o lesionarse genera una reacción de miedo inevitable pues nuestro cerebro tiende a anticipar el peligro. De todas formas, el propio show se encarga sutilmente de transmitir esta atmósfera de incertidumbre con el juego de música e iluminación.

Cabe subrayar además que Alegría sigue la tendencia de otros espectáculos circenses de antaño en los que se otorga a los payasos un papel fundamental. De hecho, en esta ocasión, su cometido va más allá de brindar alivio cómico pues se encargan de reducir esa tensión de la que hablaba en las actuaciones de los artistas que se hallan en situaciones de alto riesgo. Pese a que valoro su aparición y las risas que provocan entre los presentes con su comportamiento torpe y absurdo, he de reconocer que se hacen un tanto pesadas sus incursiones en las tablas. Quizás conectarían más con la audiencia si hubiera una mayor interacción porque si algo he aprendido durante todos estos años cubriendo representaciones es que a los espectadores nos va la marcha, nos gusta involucrarnos en el espectáculo y que se rompa la cuarta pared.

Alegría tiene 25 años de historia y ahora podéis disfrutarla bajo una perspectiva diferente, con nuevos arreglos y los mejores vestuarios.

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