El género de terror como nuevo cine de superhéroes
El cine de terror está de moda, y no porque octubre esté a la vuelta de la esquina. Lo que hace unas décadas era un género considerado marginal y malentendido, casi un gusto culposo reservado a los fanáticos de las películas de medianoche y de videoclub, hoy se ha convertido en el corazón palpitante del mainstream. Los estudios lo saben: donde antes solo había slashers de bajo presupuesto, ahora hay apuestas millonarias, estrenos globales y éxitos de taquilla que rivalizan con superhéroes y sagas de ciencia ficción. El miedo vende, y lo mejor de todo es que vende sin renunciar a su esencia experimental permitiendo ser ese lugar donde directores, guionistas y actores apuestan por formatos que se salen de lo convencional para provocar en el público esas sensaciones tan intensas a las que ningún otro género logra acercarse como ha ocurrido con Weapons.
El género de terror va unido prácticamente a los orígenes del cine. El debate de si es un género en sí mismo o más bien una ambientación que abarca todo tipo de géneros es algo que dejaré para otra ocasión. Según muchos historiadores cinematográficos, la primera película considerada de terror es “La mansión del diablo”, dirigida por Méliès. No obstante, a nuestros ojos de más de 120 años de historia y evolución cinematográfica, el propio cortometraje podría parecer más un entremés de un diablo haciendo bromas pesadas que una película de terror al uso.
Para otros, es la adaptación de “Frankenstein” en 1910 el primer corto de temática de terror. Sea como fuere, los años veinte experimentaron un género que se popularizó con la llegada de los monstruos al cine. El de Frankenstein, La momia, El hombre Lobo, Doctor Jekyll y Mr Hyde, El hombre invisible y Drácula fueron desfilando por las salas para gozo del publico tal y como hoy lo harían Batman, Iron Man o Hulk. Los escalofríos y las interpretaciones de estos personajes conformaban un universo cinematográfico de Universal Pictures que se conocería como el Dark Universe. Un universo cinematográfico muy anterior a Marvel que actualmente la productora Universal ha traído de vuelta en su parque temático Epic Universe de Orlando, con muchísima popularidad.
A partir de los años cincuenta, el género de monstruos entró en decadencia y se mantuvo en producciones más pequeñas con temáticas de alienígenas de las revistas Pulp, la llegada de los zombis en universos donde las guerras nucleares hacían estragos en la humanidad producto del miedo a la guerra fría y, de vez en cuando, algunas adaptaciones de vampiros y hombres lobo. Pero es a finales de los setenta cuando el género de terror se convierte en lo que se conoce hoy. Con obras maestras de John Carpenter como La Cosa o Halloween, que dio inicio del género slasher, William Friedkin con El Exorcista, Ridley Scott y su Alien:el octavo pasajero o Philip Kauffman con La invasión de los Ultracuerpos, entre otros muchos.
Estoy seguro de que mi comparativa entre el género de superhéroes y el de monstruos pueda parecer gratuita para algunos lectores. Pero voy a exponer mis razones para justificarlo. Monstruos y héroes tienen una dinámica similar. Su historia de origen siempre es la de un ser humano que se transforma en una mutación con poderes, y por eso mismo sufren el rechazo de la sociedad. Simplemente difieren sus actos y sus consecuencias. Pero la estructura de guion puede extrapolarse sin problema, y es en las películas de villanos como Venom o Morbius donde se difumina esa delgada línea. No es de extrañar que el director que dio origen a los blockbusters de superhéroes de los 2000 con Spider-Man fuera ni más ni menos que Sam Raimi, un director consagrado en el género de miedo con la saga Evil Dead, que dejó ese germen de terror en la fórmula Marvel, y que repetiría con su gran Doctor Strange en El Multiverso de la Locura. Película que para mi gusto contiene por fin el mejor duelo mágico visto en el cine, algo que David Yates jamás logró representar en una saga con tanto potencial como era Harry Potter, donde se limitó a mostrar la magia como simples duelos de disparos verdes contra disparos rojos.
Ni Sam Raimi, Ni Marvel ni evidentemente un servidor somos los únicos que hemos asociado esta unión entre superhéroes y el terror. El propio James Gunn, director creativo del Nuevo Universo DC debutando con Superman (2025), ha entendido perfectamente esta nueva tendencia. Es por eso mismo que tiene previsto contar el origen del villano de Batman, Clayface, como una película de terror. Sin duda será otro paso que nos acerque a este vaticinio del terror como el nuevo mainstream.
El terror siempre ha sido mucho más que películas de monstruos y asesinos, es un género experimental y de culto, a pesar de ello, siempre se le ha tratado como un genero de nicho o menor, jamás apreciado por la Academia. Y, sin embargo, las nuevas generaciones saben valorarlo más que nunca. Es curioso que sea Warner, el enemigo histórico de Disney, el que está dando esté revés. Disney creó los héroes de Marvel, y Warner viene a crear los villanos con su universo de terror.
Y es que Warner Bros sigue surfeando la cresta de la ola. Tras el éxito de Superman como blockbuster del verano, vino Weapons, una película original que apareció sin ser secuela ni remake y que con apenas 40 millones de dólares de presupuesto triplicó su recaudación con 150 millones. Pero no termina ahí la historia, pues actualmente es otra película de miedo, Expediente Warren: El último Rito, y cuarta entrega de la saga, la que se corona como uno de los estrenos del género de terror más exitosos de la historia. Esto demuestra que ya no hablamos de un género de nicho, sino de un lenguaje universal. Películas que antes habrían quedado confinadas a circuitos independientes hoy lideran la taquilla mundial. Y Weapons es parte de ese fenómeno: un título que no solo atrae a los fanáticos del horror, sino a un público mucho más amplio que busca en el terror lo que el resto del cine comercial ya no siempre ofrece: riesgo, creatividad y emoción genuina.
Weapons sigue la estela que su director Zach Cregger ya implementó con Barbarian (2022). Un inicio que te mantiene pegado a la pantalla por la intriga, un desenlace inesperado tras un rato de desvíos por la trama que tienden a desinflarla un poco, pero sin perder calidad, y un extraño toque de humor y justicia poética final. Quizás no sea la cinta más original, ni más representativa del género, pero tal vez ahí deriva precisamente su valor. Tal y como pasó en 2024 en Longlegs dirigida por Oz Parkins, con un fantástico Nicolas Cage, se siente que la fórmula del diablo, los espíritus y las brujas han vuelto con fuerza a las salas de cines. El terror vive un momento dorado y Weapons es una prueba vibrante de que el género puede ser, a la vez, popular y profundamente experimental.
Sin duda, el miedo ha vuelto para ponernos los pelos de punta. ¡Esto es Halloween!
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