Navarra a mis pies: guía para perderse y encontrarse
Navarra ha sido históricamente importante por su estratégica ubicación entre Castilla, Aragón y Francia. De hecho, durante siglos, fue un centro político clave en la Península Ibérica, resistiendo invasiones y manteniendo su autonomía hasta la conquista castellana en 1512. Viajar hasta aquí es sumergirse en una tierra de contrastes que combina naturaleza, historia y gastronomía. Si bien su capital, Pamplona, es famosa por los Sanfermines, está rodeada por muchos pueblos llenos de encanto que parecen sacados de un cuento, con calles empedradas y una atmósfera cargada de leyenda que invita a perderse como es el caso de Zugarramurdi. Es un destino perfecto para explorar y disfrutar. ¿Os animáis a descubrirlo desde mis pies? ¡Nos ponemos en marcha con la intención de sorprenderos en cada paso del camino!
Lo primero que os tengo que decir es que tanto si apostáis por conocer Navarra de la mano de un guía como si lo hacéis por libre, os aconsejo que llevéis calzado cómodo para caminar y una chaqueta porque el clima puede cambiar rápido y, como me ha sucedido en Pamplona, he pasado en un santiamén del sol al chirimiri tan nombrado en el norte de España, esa lluvia muy fina, ligera y persistente que no llega a empapar, pero sí moja lo justo como para incomodar.
Precisamente considero que para descubrir Navarra un buen punto de inicio es conocer su capital. Para ello, yo me he alojado en el hotel MET Pamplona que me ha sorprendido gratamente por su amplio baño y por su ubicación, próximo a Yamaguchi. Se trata de un jardín japonés consecuencia del hermanamiento con dicha ciudad japonesa en el que se pueden encontrar un géiser, un palafito, un estanque con puente y varias especies arbóreas del país del sol naciente.

Por cierto, que el alojamiento también queda relativamente cerca de la emblemática Ciudadela, antiguo bastión militar del siglo XVI que fue construido bajo mandato de Felipe II. Pasear por aquí es como ojear las páginas de un libro de historia. Sin duda, es el lugar perfecto para comenzar a entender que Pamplona es mucho más que fiesta. Pero tampoco podemos obviar la fama que le precede por los encierros de San Fermín. Sin ir más lejos, el Monumento al Encierro es una oda escultórica a esa tradición. Situado en la avenida Roncesvalles, esta impresionante obra de Rafael Huerta captura el frenesí de los corredores y los toros en plena carrera. El bronce parece cobrar vida y cada gesto transmite la adrenalina de esta celebración que da comienzo en el Ayuntamiento. Este edificio barroco se convierte cada 6 de julio en el epicentro del festejo pues desde su balcón se lanza el chupinazo.

Como podéis intuir, aunque el origen de los encierros no está directamente ligado a San Fermín, el santo más venerado de Pamplona (y Navarra), con el tiempo se ha integrado en la festividad religiosa y cada 7 de julio es la fecha grande en la ciudad. En esta línea cabe subrayar que el verdadero patrón de la ciudad es San Saturnino, también conocido como San Cernin, que fue un obispo y mártir cristiano del siglo III. Como dato, fue quien bautizó a muchos cristianos, entre ellos a San Fermín. A pocos pasos del Ayuntamiento se alza precisamente la Iglesia de San Saturnino, templo gótico del siglo XIII.
Ahora bien, el verdadero salón de estar de Pamplona es la Plaza del Castillo. Rodeada de edificios señoriales y terrazas, es el lugar donde todo ocurre: conciertos, mercados, encuentros y paseos. De algún modo, siempre ha sido el corazón palpitante de la ciudad pues aquí se encuentra el mítico Café Iruña donde Ernest Hemingway solía escribir y beber. También se ubica el Hotel La Perla que es el segundo más antiguo todavía en funcionamiento en España. Inaugurado en 1881, algunos de sus huéspedes han sido Orson Welles o Charles Chaplin.
¿Cámaras preparadas? Espero que sí porque otro lugar histórico para fotografiar es el Portal de Francia, también conocido como Portal de Zumalacárregui. Se trata de uno de los vestigios más emblemáticos de las antiguas murallas de Pamplona, construido en 1553 por el virrey duque de Alburquerque. Esta puerta ha sido durante siglos la principal entrada a la ciudad desde el norte, es más, hoy en día, sigue siendo un punto de referencia para los peregrinos del Camino de Santiago.

Seguro que en este punto de la crónica ya os suenan las tripas, así que aprovecho para recomendaros una parada gastronómica en el Bar Gaucho donde tomaros unos buenos pintxos. Si no sabéis cuáles elegir, os sugiero el de anguila ahumada con tomate natural y el de huevo trufado con patatas paja.

Como he indicado al principio, Navarra es mucho más que su capital: es una tierra de contrastes, de valles escondidos y leyendas que susurran entre bosques. Por eso os quiero aconsejar ahora un alto en el camino obligatorio en Zugarramurdi que, de un tiempo a esta parte, ha crecido en popularidad tras la película de 2013 Las brujas de Zugarramurdi de Álex de la Iglesia. Claro que si queréis adentraros en su aura misteriosa y su mosaico de paisajes madrugad porque es difícil aparcar el coche por la cantidad de turistas que recibe.

Ubicado a escasos kilómetros de la frontera francesa (y a 75 kilómetros de Pamplona) esta joya rural ubicada en un entorno natural, verde y húmedo está marcada por el proceso inquisitorial de 1610 cuando más de 40 vecinos fueron acusados de brujería. Para acercarnos a esta historia hay que visitar el Museo de las Brujas y, por supuesto, las Cuevas de Zugarramurdi donde, según cuenta la leyenda, se celebraban los aquelarres. Es decir, donde tenían lugar las reuniones nocturnas de brujas que danzaban bajo la luna, invocaban espíritus y compartían secretos ancestrales. Desde luego, la cueva principal os impresionará por su amplitud y atmósfera mística, aunque para evitar resbalones como me ha sucedido a mí os aviso que hay que llevar calzado con buena adherencia. Por daros más detalles sin desvelar del todo su belleza, es una cueva que está abierta al exterior, lo que permite que la luz natural penetre. Atravesarla es abrir una puerta a lo desconocido, a lo ancestral, y dejarse envolver por una tierra que aún cree en la magia. Por si os interesa, la tarifa general de la entrada son 6 euros y aceptan mascotas durante el recorrido por un bosque frondoso que os hará conectar con la naturaleza. De todas formas, no os preocupéis porque tampoco desconectareis del todo ni os perderéis pues hay senderos señalizados.
En suma, la riqueza patrimonial, natural y gastronómica de Navarra seduce a cada paso. Como habéis comprobado, no es solo una provincia para visitar. Es un destino para pasear sin rumbo y para descubrir rincones inesperados pues todo aquí tiene una historia que contar. Así que, ¿por qué no hacéis el equipaje y os dejáis conquistar por su atractivo?
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