Pedraza, alma medieval
En verano, Pedraza se convierte en escenario de los conciertos de la Noche de las Velas con miles de velas iluminando el casco histórico y la música clásica envolviendo el ambiente. Sin embargo, el principal atractivo de este pueblo enclavado en la provincia de Segovia, ubicado a hora y media de Madrid en coche, se mantiene durante todo el año pues parece detenido en el tiempo con su imponente castillo, sus calles empedradas y sus murallas centenarias. Así que, si estáis planeando una escapada rural, os invito a realizar una inmersión en la esencia de la España medieval. Su atmósfera histórica y su gastronomía castellana la convierten en el destino perfecto para desconectar del ritmo frenético de la ciudad. Solo tenéis que atravesar la Puerta de la Villa que es el único acceso actual para vehículos, así como la única entrada de personas bajo su arco.
Si la Puerta de la Villa marca el inicio del viaje en el tiempo ¡justo al cruzarla sentiréis que habéis dejado atrás el siglo XXI!, pasear por las calles de Pedraza es como caminar por un decorado de una película histórica. Pero sin artificios. Aquí, cada piedra tiene siglos de antigüedad viniendo precisamente su nombre del latín, de la palabra petra.
Cada rincón invita a la contemplación empezando por la Plaza Mayor que, bajo mi punto de vista, es una de las más bellas de España junto a la Plaza Mayor de Madrid, la Plaza Mayor de Chinchón, la Plaza España de Sevilla, la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela y la Plaza Mayor de Salamanca. De forma irregular, rodeada de casas señoriales con balcones de madera y soportales, es el corazón del pueblo. Tanto es así que acoge la Iglesia de San Juan Bautista. Su interior sobrio es testimonio de la espiritualidad castellana.
Ahora bien, el Castillo de Pedraza es el gran icono de este lugar. Fue construido en el siglo XIII por el noble Fernán García de Hita, aunque las familias Herrera y Fernández de Velasco lo reconstruyeron en los siglos XV y XVI. En aquellos años, muchos ricos y comerciantes de lana merina se establecieron allí. Por lo tanto, Pedraza era un centro de poder en el país. Sin embargo, con el paso del tiempo, las ovejas dejaron de tener tanta importancia, los feudos desaparecieron y el castillo perdió su esplendor hasta el punto de que acabó siendo abandonado.
Con la audioguía de la visita descubriréis que, en 1926, el pintor Ignacio Zuloaga compró el castillo por 13.000 pesetas y se encargó de restaurarlo hasta convertirlo en su estudio de pintura y su hogar. De hecho, construyó en el patio de armas, el corazón de la fortaleza, una piscina para su familia que se conserva en la actualidad. Es más, hoy en día, se ha reconvertido en el Museo Zuloaga dedicado a este artista del costumbrismo español. En su interior se pueden admirar varias de sus obras, así como piezas de El Greco o Zurbarán. La colección es pequeña, pero exquisita.

Personalmente, lo que más me ha cautivado es el mirador del patio desde el que se puede ver el encinar y una increíble puesta de sol sobre la Sierra de Guadarrama al fondo. Una vista panorámica idónea para dejarse llevar por la imaginación y sentir el peso de los siglos. Por eso no me extraña que este castillo haya sido usado como escenario para series como Isabel o Águila Roja y películas como 30 monedas.
Os comparto además otra curiosidad de este castillo pues se cierne una leyenda que tiene como protagonista a un noble llamado Don Sancho que se encaprichó de una plebeya de nombre Elvira que, a su vez, estaba enamorada de un joven labrador, Roberto, quien, desconsolado por esta situación se metió a monje. Pasaron los años y Sancho tuvo que irse a la guerra y a Roberto le eligieron capellán de la fortaleza, reencontrándose con su amada. Sin embargo, cuando Sancho se enteró de la infidelidad, castigó al monje colocándole una corona de púas incandescentes lo que hizo que Roberto muriera al momento. El dolor de Elvira fue tan grande que se clavó una daga en el pecho. La leyenda dice que en algunas noches de verano se pueden ver las almas de los amantes. Sea cierto o no, en la sala, hay un libro para que podáis escribir quién es vuestro amor secreto.
En este punto, después de embriagaros de la historia del castillo, os aconsejo recorrer el perímetro amurallado de Pedraza sin prisas para disfrutar de vistas espectaculares del paisaje circundante. Claro que, para ello, os emplazo a llevar calzado cómodo pues las calles empedradas son preciosas, pero traicioneras para quienes luzcan tacones.
No podéis marcharos de Pedraza sin probar su cocina. El plato estrella de Segovia es el cordero lechal asado en horno de leña, servido en cazuela de barro y acompañado de un buen vino de la Ribera del Duero. También destacan la sopa castellana y los embutidos de la zona. Os recomiendo que os deleitéis de todo ello en el Restaurante La Olma. Está ubicado en un antiguo caserón del siglo XVI y ha sido cuidadosamente restaurado. En su terraza he estado muy a gusto, quizás porque también he aprovechado para hacer esta escapada entre semana para disfrutar de la tranquilidad de este pueblo sin aglomeraciones.
Como podéis comprobar, no es solo un destino. Es el susurro de la historia en cada rincón y el sabor de la tradición en cada plato. Si deseáis reconectar con lo auténtico y con lo bello, la puerta de Pedraza está abierta. Solo tenéis que cruzarla.
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